Díptico de los dos electores de Sajonia
Los retratos dobles, presentados en dos tablas distintas, enmarcadas y unidas por bisagras era algo bastante habitual durante la pintura de finales del gótico y comienzos del Renacimiento. Sin embargo lo más común era usar este formato tan específico para retratar a los dos miembros de un matrimonio. Pero aquí Lucas Cranach usó la misma fórmula para representar a un padre y su hijo. Una obra que hizo en 1503 y que tal vez surgió de este modo porque la esposa y madre que unía a los dos personajes, Sofia de Mecklenburg había fallecido precisamente al dar a luz al pequeño seis años antes.
Los retratados son Juan el Constante, Elector de Sajonia, y su hijo Juan Federico, heredero del cargo y por cuyo mandato se le acabará conociendo como el Magnánimo.
El niño está pintado con mucha alegría e irradia menos ceremonial que la pintura del adulto. Se ve a Juan Federico el Magnánimo en su niñez era un tanto tímido, por eso mira de soslayo aunque se nos presenta de frente. Al muchacho se le representa con el boato propio de su familia, de ahí las plumas de avestruz que luce en el sombrero o las joyas que porta, todo ello representado con extraordinario detalle por parte del artista. De hecho es ahí donde se la gran maestría de Cranach, ya que al acercarnos al óleo se ve como forma las plumas a partir de pinceladas arremolinadas, como usa las líneas muy firmes para el sombrero y el cabello, o como domina los toques como acuchillados para el traje del chaval.
Sin duda el retrato del heredero le dio juego a Cranach para pintar algo más vivo y dinámico, ya que cuando lo comparamos con el de su padre, todo se descubre menos vital. De hecho, Cranach lo pintó también solo para otra obra prácticamente contemporánea, y los dos retratos que hizo de Juan el Constante son casi iguales. Por ello se especula con que no llegó a posar para él, salvo para un dibujo que le hizo al natural y que el pintor guardó con otra abundante colección de dibujos abocetados que uso de distintos aristócratas alemanes, por sí en algún momento tenía que hacerles una obra de más enjundia.
En cambio, el niño seguro que posó, y hasta hay detalles muy interesantes, como ver que le haría auparse en una banqueta para que salga más alto. Incluso tiene el punto de vista más elevado que el de su padre, como si Cranach hubiera querido decir que ese niño ya tenía que enfrentarse al mundo de los mayores.
Para acabar hay que mencionar otro detalle interesante de cómo el pintor quiso plasmar la relación entre ambas tablas, ya que propone un juego de colores al usar el verde del fondo del retrato de Juan para el color principal del traje de Federico. Mientras que el fondo negro para la figura del niño se refleja en el color del traje del padre.