Don Manuel Osorio de Zuñiga de Goya
Esta es una obra que realizó Francisco de Goya en 1788 en Madrid, durante la época en la que destacó como importante retratista en la Villa y Corte. Sin embargo, hoy en día la obra se encuentra expuesta en el Metropolitan Museum de Nueva York.
Es un lienzo el que está representado uno de los hijos del conde de Altamira. En realidad, pintó a toda la familia en distintos cuadros, y en todos los casos en la parte inferior aparece una inscripción muy similar identificando al retratado.
En este caso la idea era representar al niño acompañado de sus animales favoritos. Sin embargo, aunque son importantes las mascotas y el propio retratado, sin duda alguna en este cuadro de Goya lo que inmediatamente llama la atención del espectador es el golpe de rojo que inunda todo el lienzo desde el traje del muchacho. Un rojo que todavía se potencia más gracias a la banda de raso blanco que lleva en la cintura y a la palidez de su rostro, que su vez está perfectamente enmarcada por sus cabellos oscuros.
Además todo lo coloca sobre un fondo luminoso, pero completamente neutro. Todo ello para representar una escena lógica en los chavales de esa clase social, que juegan distraídos con sus mascotas y a la vez llevan en su día a día trajes de lo más elegantes.
Es una obra en la que el protagonista absoluto es el fogonazo de color, y sin embargo es uno de los grandes retratos del pintor, que los hizo magníficos, tanto individuales como el de La condesa de Chinchón como de grupo en el caso de la famosa Familia de Carlos IV.
Pero volviendo a su obra de Don Manuel Osorio de Zuñiga, nos encontramos con un lienzo compuesto con una seguridad absoluta, ya que el niño se encuentra en el centro geométrico de la tela, y sobre ese fondo neutro. Eso podría empequeñecer al niño, y sin embargo aquí gracias al color y a los minuciosos detalles del vestuario en cuello, banda, mangas y zapatos, hace que el niño controle toda la escena. Como controla a sus animales.
Por cierto, en los animales se nos muestra un poco más suelto en su pintura, pero lo cierto es que si nos fijamos en los tres gatos, sus ojos los pinta con tanta expresividad como en los de cualquier humano. Basta ver el gato que está en la penumbra, un gato negro que casi no vemos pero que sabemos que nos está mirando.