El corral de los apestados de Goya
Cuando Francisco de Goya pintó este cuadro entre los años 1798 y 1800, era un exitoso artista, capaz de retratar a los personajes más importantes del momento, comenzando por la familia real de Carlos IV y acabando por toda la aristocracia de su corta y muchas de las personalidades culturales de la época como el político ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos.
Sin embargo en paralelo a esa carrera oficial, comenzó a desarrollar unas obras más personales. Algo que había iniciado casi como un terapia para recuperarse de ciertas dolencias de cabeza que con los años acabarían convirtiéndose en su sordera. De alguna forma comenzó a pintar obras que eran “caprichos” antes de que realizara su famosa serie de grabados con ese título.
Se trataba de cuadros en los que daba una visión más personal de su tiempo. Se podrían catalogar como pintura de género, en la que trataba de reflejar la cotidianeidad de la sociedad de su época, pero no se quedaba en aplicarle un tono descriptivo, sino que unas veces optaba por aportar una visión caricaturesca y también sarcástica, y otras veces mostraba cierto desencanto, desesperanza y crítica.
En esta línea tenemos que entender este cuadro del Corral de los apestados. Una escena en la que nos muestra las terribles condiciones de vida y miseria con la que se trataban a ciertos enfermos. Aquí suponemos que es de una enfermedad infecciosa por el título pero no sabemos exactamente cuál. La imagen tiene mucho de dantesco. Un lugar de atmósfera opresiva, que nos ahoga, un espacio que indudablemente es una tumba en vida para esas personas, a las que nadie piensa atender y curar. Sencillamente se les ha recluido en esa especie de celda común, para que mueran de uno en uno, e incluso parece que alguno de ellos ya ha podido fallecer.
Este tema del cuidado a los enfermos lo trató en diversas ocasiones Goya en sus cuadros. Por ejemplo, unos años antes había pintado el cuadro del Corral de los Locos. En él nos da una visión terrible de cómo se trataba a los enfermos mentales a finales del siglo XVIII, algo que según él mismo refleja en sus cartas, ha visto con sus propios ojos durante la visita a un hospital. De esta manera, Goya nos sirve como magnífico cronista de las costumbres de su tiempo. Un tiempo en el que conviven los ideales de la Ilustración, con los cuales él se identifica ya que considera que son el progreso, mientras que otras prácticas e ideas del pasado, prácticamente medievales, son las que realmente imperan en el pensamiento de muchos de los gobernantes y también de muchos de sus gobernados. Es decir, que cuadros como este también son una muestra del carácter pesimista del autor.