Dos interpretaciones del Amor por Correggio (II parte)
Como ya señalamos en la entrada anterior, Corregio fue uno de los grandes artistas del manierismo en Italia, en esta ocasión analizamos y comparamos dos obras suyas cuyo detonante en común es el amor pero visto desde dos versiones casi antagónicas: en el cuadro anterior titulado Venus y Cupido analizábamos el amor carnal y sensual; en esta ocasión, el lienzo denominado como La educación de Eros es más bien una representación del amor platónico e intelectual.
Parece ser que los dos lienzos formaban parte de un conjunto de obras de tema mitológico que debieron ser encargadas por el Duque de Urbino, Federico II Gonzaga, que tenían como hilo conductor el desnudo o semidesnudo. No obstante, algunos autores también barajan la posibilidad de que las piezas fuesen encargadas por un familiar del Duque, el conde Nicola Maffei, lo cual explicaría el hecho de que los lienzos apareciesen en su testamente a finales de la década de los treinta.
Sea como fuere, lo cierto es que la pieza representa tres dioses en primer plano. A primera vista podríamos pensar que se trata de un grupo familiar, pero si nos fijamos bien descubrimos que no es así; Cupido o Eros era hijo de Venus, la diosa del amor, y Marte el dios de la guerra, sin embargo, en esta ocasión su padre no aparece representado en el lienzo y ha sido sustituido por Mercurio, el dios de la elocuencia quien participó de la educación del pequeño más que su propio padre por expreso deseo de la diosa Afrodita.
Formando una composición triangular encontramos a Mercurio que enseña a leer al pequeño Eros, ambos están sumergidos en sus quehaceres y permanecen ausentes a la mirada del espectador, pero Venus nos mira directamente mientras sostiene en una de sus manos el arco de su hijo.
De nuevo nos encontramos con una pieza muy manierista en la que los personajes adoptan distintas posturas y se enfatiza la curva de la cadera, sobre todo la de Venus. El modelado del desnudo se realiza a través de la luz, con una encarnación luminosa y suave, casi aterciopelada típica de la pintura de Corregio. No obstante, las formas voluminosas de los personajes nos adelantan cierto barroquismo que remite a las figuras de Rubens.
El fondo, como ocurre con el lienzo de Venus y Cupido, queda casi sumido en la oscuridad, recordándonos al claroscuro de Leonardo.