El abrevadero de Rousseau
Al pintor francés Thèodore Rousseau (1812 – 1867) se le puede considerar de alguna forma el director del grupo de artistas que se asociaron en la llamada Escuela de Barbizon. Un grupo que se reunía para pintar al aire libre, en muchas ocasiones en los bosques de Fontainebleau. Allí pintaban la naturaleza y se inspiraban en las teorías naturalistas del filósofo suizo Jean Jacques Rousseau (1712 -1778), quién pese al apellido no tenía ningún vínculo familiar con el pintor. Lo mismo que tampoco Thèodore Rousseau tiene ningún tipo de parentesco con otro pintor posterior, Henri Rousseau (1844 – 1910), conocido como “El aduanero” y máximo representante de la corriente de arte naïf.
La Escuela de Barbizon se ha considerado por los historiadores del arte como una influencia y un ligero paso hacia lo que décadas más tarde fue la pintura impresionista, caracterizada entre otras cosas por pintar la naturaleza al aire libre. Además de que también Rousseau, y otros integrantes de este grupo como Charles François Daubigny e incluso como otros pintores afines, aunque no adscritos al grupo, como Camille Corot, también tenían la voluntad de captar en sus pinturas el instante, y comenzaron a fragmentar con sus pinceladas la luz y el color.
La principal característica de la producción pictórica de Thèodore Rousseau es su observación del natural. En esta obra podemos ver una mujer llevando a su rebaño de vacas hasta un abrevadero, pero en realidad entre los objetivos de su pintura, esa escena no es más que una excusa, lo cierto es que es algo secundario en la obra. Le interesa más retratar ese paisaje, ya que como él mismo dejó escrito, en su pintura siempre tiene en mente proporcionar y captar la impresión virginal de la naturaleza. Esa búsqueda de conseguir pictóricamente la impresión de la naturaleza, y centrarse en muchos momentos en los efectos atmosféricos que se observan en el medio natural, en algunos momentos le acercan a lo que en las últimas décadas del siglo XIX llegó a hacer el pintor impresionista Claude Monet.
Por el contrario, su pintura es de alguna forma todo lo contrario a la de uno de sus contemporáneos, Jean François Millet, un pintor de estilo realista, quién sin desatender al paisaje y a los efectos lumínicos que se crean, centraba su pintura en los personajes que situaba en esos paisajes, como se observa en sus más famosas obras como El Angelus o Las Espigadoras, dándole a su pintura un importante mensaje social, algo que no aparece por ninguna parte en la obra de Thèodore Rousseau.