La encantadora de serpientes de Henri Rousseau
Este cuadro realizado en 1907 por el artista autodidacta Henri Rousseau (1844 – 1910) hoy cuelga en las paredes del Museo de Orsay de París.
En el lienzo vemos una jungla tropical bañada por la luz de la luna llena, y en ese ambiente tan exótico se ve en sombras la figura misteriosa de una mujer tocando la flauta para atraer a las serpientes que hay ocultas entre la densa vegetación. Todo ello configurando una escena de ensueño, como suele ser habitual en las obras de este pintor francés.
Y también sigue aquí todos sus códigos estéticos de tono muy propios del arte naïf. De hecho, cada elemento, desde la plantas hasta la luna en el cielo o el ave que hay en la parte inferior izquierda parecen recortes, más que figuras en perspectiva. En el arte de Rousseau cada elemento tiene un carácter bidimensional, aunque luego el conjunto proporcione cierta idea de profundidad.
Este creador tan personal se valió de amigos como los pintores Gerome y Felix Auguste Clement, ambos de formación académica y en las antípodas estilísticas de Rousseau, para que le permitieran acceder al Museo del Louvre a hacer copias de grandes obras maestras y así depurar su técnica, ya que no tenía formación alguna en materia artística. Y también fueron ellos los que le aconsejaron que su único maestro y referente fuera la madre naturaleza, algo que el pintor cumplió a rajatabla en obras como esta o en su famoso lienzo de El sueño.
Y no solo eso, decidió fijarse siempre en naturalezas de carácter tropical, pese a que él nunca salió de Francia. Así que para inspirarse acudía con regularidad al Jardin des Plants en París.
El resultado siempre irradia ingenuidad, y son habituales los colores muy primitivos y patrones rítmicos muy sencillos tanto en las composiciones como en cada elemento. Basta con ver los haces de plantas que aparecen en primer plano. Todo en su pintura es muy singular. Incluso el proceso de elaboración de los cuadros. Por ejemplo, se sabe que primero pintaba el cielo y alguna hoja de vegetación, para luego dejar secar todo ello. Y hasta que esa pintura no estaba seca no volvía a pintar otras hojas y plantas, que también dejaba secar, antes de proseguir la obra. Es decir, pintaba por capas.
Posiblemente en este caso, los últimos elementos que pintaría fueron los que hay en primer plano. Los tres haces de plantas más claras, la propia mujer perfectamente silueteada en color oscuro y de la que solo quedan con luz sus ojos. Así como el ave de la izquierda, la cual parece haberse quedado también encantada por la música. Por cierto, este pájaro es el único elemento que aporta colores crema al conjunto, donde predominan la masa de verdes y oscuros, compensados por el cielo y el blanco de la luna en el tercio izquierdo.