Pigmalion y Galatea de Gerome
El pintor Jean Leon Gerome es famoso por sus obras retratando los grandes logros de Napoleón, cuadros de temática oriental o por escenas inspiradas en la Antigüedad, como su famoso Pollice Verso. Y también en esta tela que posee el Metropolitan Museum de Nueva York se basa en episodios del pasado. Si bien en este caso el origen es mitológico.
Nos representa la historia de Pigmalion y Galatea, un episodio incluido entre las clásicas Metamorfosis de Ovidio. Ahí se relata como Pigmalion, había tallado en marfil una mujer perfecta. La mujer que se había pasado la vida buscando y que no había encontrado. De manera que se fue a hacer sus peticiones a la diosa Afrodita, pidiéndole encontrar una mujer igual a la que él había creado con sus propias manos.
Y la diosa del amor se compadeció de él, así que sin decírselo decidió que la escultura cobrara vida si aquel hombre le demostraba su pasión dándole un beso al marfil. Al regresar a su taller, Pigmalion comenzó a tocar la figura y la sintió con más blanda, más humana, ansiaba que fuera una mujer de carne y hueso, y se lanzó a darle un beso.
Entonces la muchacha, de nombre Galatea, comenzó a transformarse. Abrazó al hombre y el marfil se fue transformando en persona. Ese momento precisamente es el que nos muestra el cuadro de Gerome.
Si nos fijamos, se puede apreciar que ese proceso de transformación está todavía sin concluir. La parte superior de Galatea ya es carne, tal y como plasma Gerome con sus colores. Mientras que la piernas, más blanquecinas, aún son las de una escultura, que además no puede separarse de la peana sobre la que se eleve.
Precisamente hay un Cupido o Eros en la parte superior derecha de la escena, dispuesto a lanzar su flecha del amor sobre la pareja, en el preciso instante en que toda la figura de Galatea se convierta en un ser completamente humano y con vida.
Gerome como hace en otra obras, pinta con criterios arqueológicos, así que se explaya en representar como pudo ser el taller de un escultor de la Antigüedad, de ahí la presencia de otras esculturas, un cuadro alusivo en la pared o las típicas máscaras que se usaban en las representaciones teatrales. Si bien, todo ello parece accesorio frente a la pareja que ocupa el centro de la tela, sobre todo Galatea, cuya desnudez parece dar vida y luz a todo el cuadro.
Sin duda, esta es una de las mejores representaciones pictóricas que se han hecho del mito de Pigmalion, el cual también ha sido plasmado por autores como Bronzino, Daumier, Goya o Paul Delvaux. Por no hablar de las versiones escultóricas como la de Rodin o las interpretaciones literarias como la que hizo el escritor Georges Bernard Shaw con su obra precisamente titulada Pigmalion.