Niña con muñeco de Rousseau
Henri Rousseau (1844 – 1910), más conocido como Rousseau el Aduanero, es el máximo exponente de una peculiar pintura de estilo naïf o infantil. Y como ejemplo puede servir esta obra de Niña con muñeco que realizó hacia el final de su vida, en 1906, y que en la actualidad se conserva y expone en el Museo de la Orangerie de París.
Su peculiar estilo durante mucho tiempo se consideró que se debía más a una incapacidad técnica que a una opción estética. Sin embargo, se han conservado algunos de sus bocetos de trabajo, y allí se muestra como otro tipo de pintor de pincelada más ágil y menos definida. Por lo que quedaría claro que en sus obras finales opta realmente por este tipo de estilo de una apariencia terriblemente ingenua.
Es muy curioso que el propio Rousseau confesara que esa ingenuidad en su pintura la mantuvo por consejo directo del pintor Jean Leon Gérôme. Un artista coetáneo pero radicalmente opuesto en su estilo, ya que Gérôme representa la larga prolongación de la pintura académica con obras como Pollice Verso o Jóvenes griegos presencias una pelea de gallos.
El único rasgo que los une es el dibujo preciso. El Aduanero dota a todas sus obras de un dibujo escrupuloso hasta en el más mínimo detalle. A partir de ese dibujo genera las superficies de color, casi siempre plano. Todo ello se ve en esta obra de Niña con muñeco. Pinta con detalle la margarita que lleva la niña en una mano y el propio muñeco en la otra. Y también pinta con cuidado los topos blancos del vestido rojo.
Ese mismo dibujo lo aplica en los rasgos del rostro, con sus grandes ojos o su boca perfilada. Tiende siempre a dejar cada elemento tan sumamente claro que llega a la exageración. No hay más que ver las pobladas cejas de la niña, propias de un adulto, o la sombra que rodea los labios tan intensa que llega a parecer que la pequeña tenga barba.
Es un estilo cándido donde no atiende en absoluto a las reglas de las perspectivas, ni las proporciones. Aquí tan solo vemos un degradado en el verde del césped y en el azul del cielo para indicar profundidad. Pero esa sensación casi se pierde con la rotundidad de la niña en el primer plano, que parece sentarse en esa hierba como si se tratara de un silla, dejando sus pies colgando, tanto que hasta se salen del cuadro.
En definitiva, puede parecer que pinta como un niño, pero se trata de un estilo de lo más particular y realmente es muy personal. Una forma de pintar que fue mejorando, y que aquí alcanza sus más altas cotas, ya que el propio artista dijo que lograr ese estilo le había costado mucho esfuerzo. Y lo cierto es que nadie volvió a pintar de un modo tan sumamente infantil como lo hizo El Aduanero.