El barroco holandés (II)
Esa geometría ordenadora se ve también en el “Pintor en su estudio”, donde el mapa que cuelga de la pared, las baldosas que están en el suelo y las vigas contribuyen a definir un espacio perfectamente cuadriculado. Pero el recurso a los objetos colgados en la pared, no es el único medio de ordenación de la imagen, así nos encontramos con que artistas como Vermeer, utilizan la luz (de focos naturales) como otro de los elementos que se encargan de organizar la sucesión de los espacios, mientras que otros como Pieter de Hooch, hacen uso de la profundidad de la perspectiva, retomando el recurso tan querido a los pintores del siglo XV como Van Eyck de la ventana o puerta abierta sobre la ciudad, pero ahora con un sentido barroco de la escenografía que lo puede ligar con algunos de los grandes escenógrafos de las cortes europeas. Tal vez la obra en la que mejor se plasme ese sentido espacial sea “Interior con mujer al clavecín”.
La pintura holandesa toca un tema habitual en el Barroco europeo, la “Vanitas”, con un sentido alegórico, de carácter moralizante, en ocasiones con aparición de calaveras, laúdes, libros de música, etc. Con frecuencia la referencia alcanza un carácter oculto y emblemático, como se ve en “La mujer pesando perlas” de Vermeer, que interpreta el tema de la balanza y el calibre de nuestras acciones, tan típico del arte medieval, de una forma naturalista. Ofrecen también los holandeses su peculiar visión del tema de “la fiesta”, que se convierte en una especie de diversión de carácter ruidoso o íntimo. El tema de la taberna es muy del gusto de algunos pintores, pero sobre todo un asunto como la lección de música constituye unos de los temas más repetidos por los holandeses, dando una visión de lo lúdico ajena a las propuestas sofisticadas del barroco de corte y católico. En los cuadros de Jan Oteen se presentan los personajes jugando a los bolos o conversando alegremente en torno a una mesa.
El que existan gran cantidad de pintores, a los que habría que añadir los paisajistas, bodegonistas, pintores de interiores eclesiásticos, etc., nos habla de la prosperidad de la Holanda del siglo XVII. Los coleccionistas particulares se multiplicaron, todo tipo de burgueses llenan sus mansiones de pinturas, en las que deseaban verse reflejados a sí mismos en las paredes de sus casas, repitiendo la realidad cotidiana.
Pero el género que mejor define a una sociedad, es el retrato que, alcanza en Holanda uno de los puntos de mayor interés, mostrando un punto diferente y a veces opuesto al del retrato barroco católico o ligado a la corte. Lo más original sin duda resulta el retrato de corporaciones que ya se había practicado en el siglo XVI por artistas como Dirk Jacobsz o Tintoretto. Pero ahora en este siglo, figuras como Frans Hals, le darán una nueva dimensión al retrato de grupo al lograr la perfecta cohesión entre sus componentes. Éste dota a sus escenas de grupo de sentido unitario, logrando su cohesión mediante el uso de líneas horizontales y oblicuas, y por la pincelada. Son representaciones de banquetes o procesiones al aire libre, en las que los personajes se relacionan entre sí, conversando, gesticulando o mirando al espectador, logrando introducirlo así en la escena.