Arte
Inicio Barroco, Pintura El bufón Calabacillas de Velázquez

El bufón Calabacillas de Velázquez

Publicado por A. Cerra

El Bufón Calabacillas de Velázquez

Diego Velázquez a la par que ejerció de pintor de reyes y aristócratas realizando sus famosos retratos a los miembros de la familia de rey Felipe IV como por ejemplo el retrato al Príncipe Baltasar Carlos o la suntuosa imagen del todopoderoso Conde Duque de Olivares, también aprovechó para retratar a otros personajes de la corte mucho menos glamurosos como eran las bufones. De hecho, incluso en la gran obra maestra velazqueña de Las Meninas aparecen varias personas del servicio de la infanta, incluidos los enanos con los que jugaba.

No obstante a estos personajes que servían para hacer reír a los gobernantes les dedicó retratos individualizados como el que le hizo a Don Diego de Acedo o este cuadro que hoy os mostramos dedicado al bufón Calabacillas.

Se trata de un óleo sobre lienzo de un tamaño considerable (106 x 83 cm.) pintado entre 1635 y 1639 que hoy se conserva en el Museo del Prado de Madrid. Si bien cuando llegó a esta pinacoteca se catalogó como retrato del Bobo de Coria. Pero estudios poseriores han permitido identificar con un personaje verídico llamado Juan Calabazas, de ahí la presencia de varias calabazas junto al personaje.

Se sabe que este bufón primero estuvo en la corte del cardenal-infante Fernando de Austria, pero desde 1632 pasó a integrarse en la corte del rey hasta la fecha de su muerte, precisamente en 1639 cuando acabó su cuadro Velázquez.

Al observarlo nos podemos hacer idea de qué les hacía gracia a los poderosos y de quién se burlaban, ya que las facciones de este hombre son propias de una persona con cierto retraso mental. E incluso el apelativo de calabazas se usaba en la época para este tipo de personas con discapacidades mentales o afectadas por el síndrome de Down. Era precisamente de estas personas o de otras que sufrían deformidades, como los enanos, de las que se reían en la corte. Eso sí, a cambio solían gozar de cierta impunidad cuando hacían sus gracias y chistes.

Velázquez retrató a varios de ellos y lo hizo en cuadros realmente interesantes, no solo por el valor testimonial de los usos y costumbres en los palacios reales, sino también desde el punto de vista artístico. Dedicándoles como en este caso un imponente primer plano para dominar por completo el lienzo, que además tiene un fondo neutro para todavía otorgarle más protagonismo al retratado. Además se detiene en esa sonrisa insulsa, anodina y también insólita, captada en un gesto que por sí solo es suficiente para plasmar el carácter y las características del personaje, al mismo tiempo que nos provoca simpatía y algo de ternura hacia el mismo.