Príncipe Baltasar Carlos cazador, Velázquez
Si tuviésemos que señalar a lo largo de la historia del arte un artista consagrado a la representación de la monarquía este sería sin lugar a dudas Diego de Velázquez. El pintor sevillano dedicó un buen número de lienzos a representar a los monarcas de la Casa de Austrias; pero si Velázquez representó tantas vece a la monarquía a lo largo de su carrera fue porque gracias a su pericia y habilidad técnica se consagró como pintor de corte, accediendo a una elevada posición social. Son múltiples los lienzos que se conservan a día de hoy sobre el monarca Felipe IV, pero su posición como pintor real le permitió no sólo representar al soberano sino a toda la familia real, de hecho la que quizás sea la obra más destacada de toda la producción del sevillano, Las Meninas, no es sino la representación de las damas de compañía de la Infanta Margarita.
Así pues, la obra que aquí nos ocupa también versa sobre otro de los miembros más jóvenes de la familia de Felipe IV, esta vez el príncipe Baltasar Carlos que Velázquez representa como un cazador. El príncipe Baltasar Carlos fue el hijo del monarca Felipe IV y su primera esposa, Isabel de Borbón; el joven monarca representaba el futuro de la Casa de los Habsburgo y su prematura muerte con tan sólo diecisiete años de edad fue un duro golpe para el rey.
El cuadro que aquí nos ocupa es un retrato del pequeño príncipe con tan sólo seis años de edad, así nos lo trasmite la inscripción con la edad del monarca –posiblemente se tratase de un añadido posterior- por lo que el lienzo debió de ser pintado en el año 1635 o 1636. Se trata de un óleo sobre lienzo de formato vertical que estaría destinado a decorar las paredes del pabellón de caza que el monarca tenía en los bosques del Pardo y que se conocía como Torre de la Parada. En él se encontraban los famosos lienzos de las Metamorfosis de Ovidio que el monarca había encargado a Rubens, así como otras obras de tipo cinegético que también fueron pintadas por Velázquez.
En el lienzo el artista nos presenta al pequeño príncipe de pies, mirando directamente al espectador. Aparece vestido con los ropajes propios de la actividad cinegética, una actividad que por cierto era propia de reyes y nobles y se consideraba como un entrenamiento para la guerra. El monarca lleva ropajes oscuros en donde destacan los cuellos de la camisa blanca con puntillas bordadas y botas altas. Cabe destacar como en la figura del joven príncipe Baltasar Carlos no encontramos ningún objeto que lo identifique con su condición principesca.
Junto con el monarca aparecen dos perros de caza que en origen debieron ser tres –así aparecen en copias realizada en la época- pero uno de los canes desapareció al recortar el lienzo. El príncipe se sitúa al lado de un gran roble y en el fondo de la composición se aprecia el paisaje de la sierra madrileña con montañas altas y azuladas que inspiran tranquilidad.