Retrato de la reina Mariana de Austria de Velázquez
Diego Velázquez como pintor de cámara que fue, realizó numerosos retratos de todos los miembros de la familia real de Felipe IV. Lo pintó a él, obviamente, así como a sus hijas, tanto de forma individual, como en grupo, y en este sentido siempre hay que mencionar su obra maestra Las Meninas.
Y por supuesto también retrató en diversas ocasiones a la esposa del monarca, doña Mariana de Austria. Un ejemplo es este cuadro que aquí os mostramos, del cual hay dos versiones distintas. Una guardada en el Museo del Prado de Madrid y otra en el Louvre de París.
El linaje de esta mujer plasma a las mil maravillas la política de matrimonios y el asunto de la endogamia que siempre rodeó a las dinastías europeas, y que a la larga les generó más que un problema mental y de salud.
Mariana de Austria era la hija del emperador de Alemania, Fernando II y su esposa María, la cual era hermana del propio Felipe IV. Así que en un principio, la chica casi desde su nacimiento en 1634 estaba predestinada a casar con el príncipe Baltasar Carlos. Sin embargo, el infante falleció de manera precoz. Así que su propio tío, por entonces ya viudo, decidió casarse de nuevo con la muchacha, de la que le separaban 36 años. Por eso no es raro que el rey falleciera 1665, unos 16 años después de contraer matrimonio, mientras que la reina vivió hasta 1696.
Precisamente este retrato tendría que haber sido pintado en el momento del matrimonio, pero por entonces no estaba Velázquez en la corte, así que lo hizo posteriormente en 1651. Y como en la corte de sus padres, en Viena, deseaban también un retrato de la reina, tuvo que hacer la segunda versión, que hizo copiando de su propia obra y sin que fuera necesario que posara doña Mariana. Aunque la verdad es que esta segunda versión gustó tanto que el monarca decidió quedársela él para colgarla en el Escorial, y para el emperador alemán encargó una tercera réplica que es de menor calidad, y que hoy cuelga en Kunsthistorisches Musem de Viena.
Y respecto a las otras dos versiones, la del Louvre y la del Prado, los historiadores no terminan de ponerse de acuerdo en cuál es la primera que se ejecutó, ya que la calidad de ambas es estupenda, y tan solo hay diferencias en los ampulosos cortinajes que rodean a la reina.