El caos de muecas de Boilly
Louis Leopold Boilly (1761 – 1845) fue un pintor francés que inició su carrera artística en París en 1786, trabajando tanto como pintor como ilustrador. En sus comienzos se dedicó a retratar la vida parisina de la época napoleónica, en ocasiones con escenas con cierta polémica lo que le ocasionó algún que otro problema con las autoridades.
Posteriormente, este artista de formación neoclásica y discípulo de Jacques Louis David, se ocupó sobre todo de motivos políticos y también de retratos en los que mostraba los cambios que se habían dado en la sociedad gala a raíz del triunfo y consolidación de la Revolución Francesa. Y curiosamente, tras muchos años dedicado a la pintura, cuando llegó a una edad avanzada decidió jubilarse por completo del arte, de manera que vendió su taller y desde entonces se convirtió en un hombre de negocios, o más bien, en un prestamista.
No obstante, antes de ese giro radical a su vida, nos legó esta obra. En ella vemos 35 rostros, a cada cual más insólito, y sin dejar espacio alguno en la tela para ninguna otra cosa que esas caras deformadas. Se trata de retratos reales, algunos de ellos fruto de caricaturas realizadas años atrás, y que los vuelve a recuperar para componer este Caos de las muecas. Creando un cuadro en el que hay una alta carga humorística, pero también tiene un ingrediente de crítica social, ya que con él quiere mostrar la ridiculez de ciertas actitudes cotillas de la clase media y alta de la época.
La gran mayoría de rostros pertenecen a gente de edad avanzada, pero también aparecen dos niños igualmente caricaturizados sin compasión. Únicamente hay dos retratos que nos los muestra de forma natural. Uno es el de una mujer con rizos rubios en el centro del cuadro, y el otro es el de un joven en la parte superior central que mira hacia arriba.
También entre esas caras se ve un pierrot, un tipo de payaso con la cara pintada de blanco que está observando las muecas de su alrededor y manifiesta un gesto de asombro. Es un poco la carga humorística e incrédula de la obra. Y también es un motivo que repitió en diversas obras Boilly, porque era un apasionado del espectáculo de los payasos, especialmente de los personajes de Pierrot, Arlequín y Punchinello.
Boilly a lo largo de su vida artística se estima que llegó a pintar más de 4000 retratos, entre cuadros e ilustraciones. Era un personaje que tenía un don innato para la observación y le fascinaba los efectos que con ello podía crear. Por eso estudió la deformación que producían los espejos esféricos cóncavos y convexos usados por los feriantes. Y no duda en usarse a sí mismo para experimentar con esos efectos. De hecho, en esta misma obra en el centro hay un viejo calvo llorando, que se supone que es su padre, mientras que el autorretrato de Boilly caricaturizado sería el personaje que lo está señalando a su izquierda, y mientras que la mujer rubia que lo flanquea a su derecha sería la esposa del pintor.