El Capitán Robert Orme de Johsua Reynolds
Sin duda Joshua Reynolds ha sido uno de los grandes retratistas que ha dado la pintura inglesa. Para él posaron todo tipo de personajes de alta alcurnia del siglo XVIII, desde niños como su imagen de Miss Bowles con su perro, hasta militares, como es el caso de este retrato del Capitán Robert Orme que hizo en 1756 y que posee la National Gallery de Londres.
Lo cierto es que nada parecía anticipar que Reynolds alcanzara tal nivel pictórico. Para empezar su familia no estaba vinculada con el mundo del arte, ya que era hijo de un reverendo. Pero siendo casi un adolescente se fue a Londres a aprender a pintar y dio sus primeros pasos con un pintor de segunda fila llamado Thomas Hudson. Sin embargo, Reynolds no quería ser un simple artesano de los pinceles, él ansiaba ser un artista, y poco a poco fue conociendo a gente de la cultura y personajes influyentes, a los que pudo demostrar su extraordinaria valía.
Fue un trabajador infatigable, y estuvo en permanente proceso de investigación en todo lo referente a los materiales del pintor y a los pigmentos que se usaban en la época. Eso le supuso más de un problema, ya que en ocasiones sus innovaciones técnicas, suponían que la pintura de sus cuadros se desconchaban muy pronto o perdían el color. Pero eso se contrarrestaba con la gran vivacidad que daba a sus imágenes.
Un buen ejemplo es este retrato del militar Robert Orme. Es como una instantánea fotográfica. El personaje nos mira, lleva un papel en la mano, posiblemente sus órdenes, y se dispone a montar su caballo para partir hacia el lugar de la contienda, ya que al fondo se ve como un resplandor que seguramente es por el fragor una batalla. Y no solo eso, sino que el autor es capaz de pintar ese rostro que está airado, como enfadado por el enemigo, pero también orgulloso por tener que enfrentarse a él.
No obstante, cuando posó para Reynolds, este capitán ya había abandonado el ejército. Había pasado unos años en América a las órdenes de un general británico. Pero cuando este murió, Robert Orme regresó y en 1756 ya había abandonado el ejército. Tal vez por no tener el suficiente dinero, no llegó a comprarle el retrato al pintor. Así que durante mucho tiempo permaneció en el estudio de Reynolds, y todo aquel que entraba ahí se quedaba prendado por la fuerza y audacia de esta representación que sin sangre ni poses agitadas, bien puede ser considerada una estupenda imagen del ardor guerrero.