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Lady Cockburn y sus tres hijos de Joshua Reynolds

Publicado por A. Cerra

Lady Cockburn con sus tres hijos de Joshua Reynolds

Joshua Reynolds fue un retratista cuyos servicios eran muy cotizados por la aristocracia inglesa más rica e influyente de su tiempo. Sin embargo, era tal el prestigio del retratista que lograba involucrar a esos poderosos personajes en una especie de juego. Y es que consideraba que en un retrato no se debía posar únicamente con ropajes del siglo XVIII y siguiendo las modas, algunas realmente estrafalarias e incluso poco saludables como los corsés femeninos. Él creía que le daba más prestancia a los retratos que los personajes incorporaran elementos de la Antigüedad. Eso siempre aportaba distinción y un toque culto a los personajes.

Eso consiguió en esta obra en la que Lady Cockburn aparece con sus tres hijos, si bien, ella solo posó con el bebé, mientras que los otros dos muchachos posaron en sesiones diferentes. Pero era obligado que estuvieran todos, ya que por esos años, la obra se hizo en 1773, se habían puesto de moda estas peculiares representaciones de la maternidad.

En este caso, Reynolds tomó como modelo obras anteriores. Por ejemplo, seguramente le inspiró la tela de La Caridad de Van Dyck, aunque para la madre cambia el juego de miradas, porque si en la pintura del pintor flamenco del Barroco la mujer mira al cielo, en la obra de la familia inglesa, Augusta Anne Cockburn está mirando a su hijo mayor.

Toda la escena, pese al ambiente familiar, tiene cierto tono severo, incluso protocolario. Aunque eso se rebaja por la mirada del niño que trepa por el cuello de su madre. Su hijo segundo, de nombre George, quien muchos años después sería un almirante inglés encargado de transportar al destronado emperador francés Napoleón Bonaparte a su destierro en la isla de Santa Elena. No obstante, aquí todavía es un niño juguetón que el pintor hace que mire al espectador, cuando en realidad el crío estaría mirando a su padre que permanecería vigilante durante la sesión de posado.

Y como nota de color aparece el guacamayo, el cual se pintó más tarde y en realidad pertenecía al pintor. Pese a esa nota exótica es indudable el aura antigua que irradia el cuadro. Algo que perseguía Reynolds, y que le encantó, de hecho aquí nos da una de sus firmas más relevantes, ya que aparece su nombre en dorado y sobre el dobladillo del manto que cubre a la mujer.

Aunque parece ser que Lord Cockburn no quedó tan satisfecho con la obra, y no quiso que se expusiera al público en forma de grabado. Y hasta obligó a que se le cambiara el título, de manera que cuando se estampó la imagen se tituló como Cornelia y sus hijos, aludiendo a una de las matronas más famosas de la vieja Roma. Algo que precisamente fue posible por el porte clásico que imprimió el pintor al vestuario.