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Lady Worsley de Reynolds

Publicado por A. Cerra
Lady Worsley de Reynolds

Lady Worsley de Reynolds

Joshua Reynolds es uno de los más grandes retratistas de la pintura inglesa del siglo XVII. Pintó, como era habitual entre los artistas rococós a los personajes burgueses y aristocráticos de su tiempo, e incluso llegó a realizar varios retratos de tonos muy cándidos protagonizados por los hijos de esos ricos personajes como es el caso de su obra Retrato de Miss Bowles con su perro.

Sin embargo, este lienzo pintado al óleo, es una obra de un cariz bien diferente. Nos presenta a una de las mujeres más polémicas de aquella época: Lady Worsley. Cuando realizó este enorme lienzo (236 x 144 cm) en el año 1776, esta mujer todavía no había protagonizado su gran escándalo social, pero ya se trataba de un personaje de mala reputación entre las gentes más conservadoras.

Reynolds, obviamente, era consciente de ello, y nos la presenta tal cual. Como una señora muy atractiva y de carácter dominante, de ahí la fusta de montar a caballo que porta en su mano derecha. También lleva un traje de montar muy espectacular, que seguramente no era su prenda más cómoda para cabalgar, pero que era un traje destinado a sacar el máximo partido posible a su figura, especialmente por cómo se realza su talle. De hecho, tampoco sus zapatos parecen los más apropiados para subirse a un caballo, pero es que era más importante el objetivo de impresionar.

Y también el pintor colabora en esa idea de que la figura de esta mujer impresione al espectador. De ahí que se pueda apreciar cierta distorsión en las proporciones del retrato, para darle más belleza y pomposidad. Un recurso que no inventó Reynolds, sino que ya se remontaba siglos atrás, sobre todo a la pintura renacentista que tan bien conocía el artista. Entonces ya diversas obras de Tiziano como su Dánae nos mostraban cuerpos femeninos con ciertas distorsiones y desproporciones.

En el caso del Retrato de Lady Worsley vemos que tiene extraordinariamente largas sus piernas, mientras que los pies son diminutos en comparación. Si realmente hubiera sido así, lo cierto es que le hubiera sido prácticamente imposible andar, e incluso mantenerse en pie.

Todo en esta obra que se conserva en la Harewood House de Yorkshire, en el Reino Unido, está concebido para causar impresión. Desde la imponente figura de la retratada, especialmente llamativa por su verticalidad, su posición central y el tono rojo pasión de su vestido, como por la ambientación donde ubica el retrato. La sitúa en un paisaje un tanto indefinido y de tonos muy suaves, que todavía incrementan más su potente presencia como dominadora de toda la tela. Con una pose que transmite grandeza, seguridad e individualismo. En fin, un retrato que además de mostrarnos la gran maestría pictórica del artista también nos sirve para comprobar cómo era capaz de retratar el espíritu y carácter de cada uno de sus retratados.