Autorretrato de Reynolds
En realidad esta tela que os mostramos aquí conservada en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid es una copia que el propio pintor hizo del original que forma parte de la colección real británica.
En ella vemos un autorretrato del que está considerado como el mejor retratista de la pintura inglesa de todos los tiempos, y lo cierto es que se representa a sí mismo con un reflejo total de su personalidad y del momento en el que vivía. La obra es posterior al año 1789, o sea, cuando Joshua Reynolds ya tiene cierta edad, lo que se manifiesta en sus rasgos físicos avejentados.
Vemos una obra que tiene mucho de arte pero también es como un documento gráfico, en cuanto a testimonio del artista. Su mirada nos habla de un personaje muy ocupado, ajetreado, y preocupado por el valor y la calidad de sus obras, pero a la vez se nos presenta con enorme honradez y sabedor que además de por su maestría es reconocido por la honradez y dignidad con la que trata a sus clientes, por lo que recibe también un tratamiento similar de parte de algunas de las personalidades a las que retrata.
Es un personaje ya de edad, que incluso necesita unos anteojos, tras una vida dedicada a la pintura. De hecho, poco tiempo después, en 1790 dejaría de pintar definitivamente por problemas ya incurables con la vista.
Reynolds nació en el condado de Devonshire en 1723 como hijo de un clérigo. Pero pronto mostró su habilidad para la pintura, y con solo 13 años ya estudiaba en Londres el arte del retrato, concretamente en el estudio de Thomas Hudson, por aquel entonces el retratista más cotizado del país.
Más tarde continuaría su formación por diferentes países europeos, sobre todo Italia y Francia. Así en apenas un década logró abrir su propio estudio en Londres, en el que nunca le faltó trabajo, sobre todo de retratos de gran formato a los hombres más destacados de su tiempo, que buscaban en Reynolds su capacidad para resaltar la personalidad y valores de cada retratado.
Curiosamente, casi todos sus retratos se ambientan en interiores, siendo muy escasos los paisajes, aunque también los tiene como por ejemplo en el retrato de Lady Worsley. Algo que le diferencia y mucho del otro gran retratista inglés del momento, como es Thomas Gainsbourough, autor de obras como el retrato del Señor y Señora Andrews o El Joven Azul.
Y aunque ambientara sus cuadros en estancias interiores, eso no fue impedimento para generar unos cuadros de un colorido extraordinariamente rico y muy brillante, lo cual es emblemático de la pintura inglesa dieciochesca y de estilo rococó.