El hallazgo de los restos de san Marcos de Tintoretto
Uno de los grandes modelos de Tintoretto fue el pintor veneciano Tiziano, sin embargo consideraba que sus cuadros eran más agradables que emotivos, y por ello cuando Tiziano pintaba acontecimientos de la Biblia no lograba impresionar lo suficiente. De ahí que Tintoretto planteara este tipo de obras de un modo diferente, trasladando al espectador el drama intenso de cada uno de esos episodios.
Uno de esos ejemplos es esta obra que nos presenta el momento en el que fueron encontrados los restos del evangelista san Marcos, una escena insólita y cautivadora en la época. En principio puede parecer que la composición de la imagen es confusa, ya que nos sumerge en el interior de una profunda bóveda, y se olvida de un reparto de la figuras de un modo claro, como hubieran hecho décadas atrás los pintores renacentistas. Y es que no hay que olvidar que esta obra se pintó en el año 1562 y que su autor es claramente un pintor manierista.
Esta disposición de los personajes se basa en que en la esquina izquierda se ve un hombre de elevada estatura, en cuya cabeza se distingue el nimbo de los santos. Este hombre es san Marcos y levanta la mano, en un ademán que parece obligar a que algo se detenga, un gesto que está relacionado con lo que ocurre en el otro extremo del cuadro, en la cornisa que se observa en el lado derecho.
Ahí otros dos hombres están bajando un cadáver tras sacarlo de un sepulcro en el que la tapa está levantada. Y abajo, un tercer personaje con turbante los ayuda y un cuarto los ilumina con una antorcha.
En realidad nos está mostrando el expolio de una sepultura en una catacumba. El resto de figuras son otro cadáver en un original escorzo sobre una alfombra. Y en primer plano un grupo de figuras a la derecha miran aterrorizados a san Marcos.
San Marcos era el patrón de Venecia. Y según la tradición los restos fueron trasladados a esta ciudad italiana tras ser hallados en Alejandría, donde se había aparecido el propio espectro del santo para indicar su sepultura. Este episodio fue considerado en su momento una escena bastante heterodoxa y con un punto de excentricidad.
Y además de por la temática, también por el propio estilo fue una obra innovadora, ya que impresionan los profundos contrastes entre luz y sombra, y la figuras al mismo tiempo están cercanas y lejanas. A lo que hay que sumar la falta de equilibrio en la composición. Incluso Tintoretto llegó a sacrificar el empleo de la suave belleza del típico color de los pintores venecianos, en pos de conseguir principalmente impresionar al público, algo típico del Manierismo.
Esto hizo que se le criticase en la época, hasta llegar a decirse de él que si no hubiera abandonado las formas más tradicionales hubiera sido uno de los mejores pintores de Italia, y se le acusaba de excéntrico y de descuidado. Y esta segunda acusación es ciertamente falsa, porque esta obra, como otras muchas de Tintoretto, fueron plenamente estudiadas previamente por el artista, buscando sobre todo la expresividad del mensaje, si bien su acabado no es lo que consideraba perfecto en su siglo. No obstante, Tintoretto es uno de los artistas más interesantes de su época, gracias a unas obras arrolladoramente personales.