El Jardín de las Delicias de El Bosco
Sin duda alguna está es la gran obra de El Bosco, cuyo nombre real fue Hieronymus van Aeken (1453 – 1516). Pero no solo es la gran obra de este artista flamenco plenamente medieval en los comienzos del Renacimiento, también es uno de los cuadros más enigmáticos y fascinantes de todos los tiempos. Una obra pintada al óleo sobre tabla y que es una de las grandes joyas que atesora el Museo del Prado de Madrid.
Se trata de un tríptico, y como es habitual en la época estos trípticos estaban pintados tanto abiertos como cerrados. En este caso, cerrado muestra una pintura en grisalla que vendría a representar la primera fase de la creación, cuando solo habría vegetales. Pero una vez abierto todo es color y cada uno de sus tres tablas tiene un tema.
A la izquierda vemos la Creación de Eva, el pecado original y la expulsión del Paraíso. Por supuesto un paraíso repleto de vegetación esplendorosa. Mientras que en la tabla de la derecha se representa el Infierno, donde la imaginación desbordante de El Bosco no tiene límites, y donde aparecen muchas imágenes cuyo simbolismo nos es imposible comprender con el paso de los siglos.
Y en cuanto a la tabla central es la representación del propio Jardín de las Delicias que le da título al conjunto. Una pintura absolutamente increíble que sigue fascinando a todo aquel que lo contempla y se detiene un buen rato a mirarlo. Un rato que puede durar horas, porque el detallismo típico de la pintura flamenca la hace inabarcable. Eso unido a la fantasía de su autor, lo convierte en prácticamente indescifrable.
De hecho, las últimas teorías sobre su interpretación piensan que el cuadro fue pintado simplemente para que sirviera como motivo de conversación en la corte de Nassau, ya que en esas imágenes está todo lo que uno quiera buscar: la religión, el caos , el sexo, la flora, la fauna, el pecado, la dicha…
Pasan los siglos y sigue sin haber explicación para esas imágenes, ni para el conjunto ni para las escenas, ni para las microrrelatos que se incluyen en cada zona del cuadro. Eso no significa que sea atrayente y que haya fascinado a pintores de todos los tiempos, y también a personajes de cualquier credo y cultura. Sin ir más lejos, la gran colección de cuadros de El Bosco que atesora el Prado se debe a que el rey español Felipe II sentía pasión por este pintor. Algo que no deja de chocar teniendo en cuenta el fervor religioso del monarca y la aparente irreverencia de El Bosco. No obstante, hay que tener en cuenta dos datos. Felipe II, aunque español, tuvo una formación flamenca por eso admiraba esa escuela pictórica. Y en segundo lugar, tal y como hemos dicho hay muchos símbolos que no podemos descifrar hoy, ya que hemos perdido las claves de la época.
En definitiva, el Jardín de las Delicias es sobre todo una obra para mirarla y admirarla. Y no se trata tanto de comprenderla como de hablar de ella. Por eso aquí van varias imágenes de ella.