Entrada de los cruzados en Constantinopla de Delacroix
Se trata de un lienzo pintado al óleo por Eugene Delacroix en los años 40 del siglo XIX. En la actualidad la tela se conserva en el Museo del Louvre de París.
El tema elegido es muy del gusto romántico, ya que por una parte está relacionado con el pasado y las glorias de la patria, y por otra parte tiene su contenido y atmósfera orientalizante, tan del gusto de la época y de Delacroix en particular, quién realizó numerosas obras con esa ambientación, tanto de carácter costumbrista como Mujeres de Argel, como en escenas de temática histórica como es el caso de la Matanza de Quíos. De hecho, este tema de los Cruzados entrando en Constantinopla, tenía todo lo que le motivaba al pintor, por eso le inspiró varias obras.
En cuanto a la escena en sí, se pueden apreciar detalles en los que se ve la influencia tanto del arte barroco de Rubens, como de la pintura de Venecia. No en vano, el arte veneciano fue el punto de entrada de lo oriental en Europa.
Y tanto Rubens, como la pintura de artistas venecianos tienen en común el cuidado tratamiento del color. Algo que Delacroix también lleva a cabo con mucho esmero. Por ejemplo, en esta obra todo tiende a plantear contrastes entre los colores complementarios, haciéndolo casi desde un punto de vista científico.
También es muy interesante el modo de representar a las figuras, muchas de las cuales aparecen prácticamente en escorzos, algunos muy atrevidos, ya que casi nos plantea una colocación en perpendicular a la superficie del cuadro.
Todo esto son notas referentes a los elementos pictóricos propiamente dichos, pero además esta obra sirve como magnífica imagen de lo que Eugene Delacroix, y otros artistas e intelectuales del siglo XIX, y concretamente del periodo del Romanticismo, consideraban que eran las relaciones entre la barbarie y la civilización.
Vemos un cielo oscuro en la parte superior y los cruzados aparecen envueltos en una especie de sombra, también azul oscuro. Serían estos cruzados los que en realidad representan la barbarie, los cuales están mirando con pena y con perplejidad a los vencidos, los habitantes de Constantinopla (actual Estambul), a los que acabarán destruyendo.
Y es que cuando los europeos mandaron a los cruzados a Tierra Santa, arrasaron a su paso con lugares tan ricos culturalmente como Constantinopla, heredera por entonces de la esplendorosa cultura bizantina.
El propio artista calificó esta obra como su “tercera matanza”, evidentemente vinculando la escena con La Matanza de Quíos, y con el cuadro de la Muerte de Sardanapalo. Y sin embargo, no tiene ni la indignación que transmite la primera, ni el frenesí que envuelve la imagen de la segunda.