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Las Flores de Delacroix

Publicado por A. Cerra

Flores de Delacroix

Es cierto que los bodegones o naturalezas muertas no son un tema preferente entre los pintores del Romanticismo, pero es curioso que el pintor más paradigmático de este estilo artístico, Eugene Delacroix, pintara varias obras de esta temáticas, entre ellas este cuadro de Las Flores, realizado en el año 1833 y que en la actualidad se conserva en el museo del Ermitage de la ciudad rusa de San Petersburgo.

De hecho, el primer bodegón que había realizado Delacroix se remonta a varios años antes, con una peculiar naturaleza muerta en la que mezcla productos de caza y pesca. Pero sería unos años más tarde cuando se aficionó a pintar cuadros únicamente protagonizados por flores, los cuales hoy en día están repartidos por museos de medio mundo.

Y en muchos de ellos, Delacroix es capaz de pintar ramilletes de flores, a veces identificadas como peonias o dalias, y otras mezclando diferentes especies, pero siempre con una característica muy peculiar, y es que elimina el denso follaje vegetal que era habitual, de manera que va individualizando cada flor, y sobre todo sus tallos, lo que proporciona otra ritmo compositivo, de sensación más vertical y estilizada.

Parece ser que este modo de pintar bodegones florales tuvo un enorme éxito en su momento, y durante unos años, el artista repitió la fórmula en diversas ocasiones. Y fruto de ello sería la creación de este gran bouquet de flores, el cual ocupa un lienzo de dimensiones considerables, casi 70 centímetros de alto por 92 de anchura, lo que significa que el encargo estaba muy bien pagado, ya que es una superficie que acarreaba un trabajo largo.

Si bien hay que decir que el cuadro tal y como se ve hoy ha sido ligeramente alterado. Su formato original varió cuando la tela se desmontó y se transfirió a un nuevo bastidor. Una labor que se hizo de un modo un tanto chapucero, por lo que los bordes fueron tensados en exceso y hubo zonas de pintura que saltaron y desparecieron. Y todavía se puede ver como se aplicó una restauración a base de masilla y un posterior repintado.

Independientemente de eso, esta obra nos muestra la gran maestría del genio de Delacroix, capaz de pintar todo tipo de cuadros y siempre con una enorme calidad. Desde escenas icónicas como La libertad guiando al pueblo hasta acuarelas inspiradas en sus viajes, desde escenas orientalistas del tipo de la Muerte de Sardanápalo hasta retratos como el que se hizo a sí mismo en 1838. Y por si fuera poco también fue capaz de pintar personalísimos bodegones que llegaron a inspirar a artistas posteriores, como confesó el propio Paul Cézanne.