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Esquina en un café-concierto de Manet

Publicado por A. Cerra

Esquina en un café concierto de Manet

Antes de que otros pintores de las generaciones inmediatamente posteriores como Degas o Toulouse-Lautrec se dedicaran a retratar escenas de lo más cotidianas en las noches del París de finales del siglo XIX, eso ya lo había hecho Edouard Manet, como podemos ver en esta obra titulada Esquina en un café-concierto.

Sin embargo hay un rasgo que diferencia sus cuadros, y es que Manet pinta a esos personajes y esos ambientes de un modo muy frío, por momentos casi despectivo. Eso quizás se deba a que él en el fondo era un burgués de familia muy acomodada. Pero el caso es que los retrata con unas pinceladas muy duras y planas, lo cual marca el distanciamiento hacia sus retratados. Porque él realmente hacia retratos de los personajes, como aquí que la camarera que vemos ciertamente trabajaba en ese local.

En esta tela estamos ante parte de una obra mayor. Ya que en origen tan solo era la zona derecha de una tela mayor titulada Brasserie de Reichshoffen. Pero no le debió convencer el conjunto, así que la cortó. Y no solo eso, sino que también la retocó, añadiendo un nuevo fondo donde incorporó a la bailarina y a la banda de músicos.

Son muchas las obras de Manet en la que vemos su pasión por los tonos oscuros y por el color negro. Sobre todo eso es palpable en sus primeras obras. Sin embargo aquí aclara un poco su paleta, y sobre todo le añade tonos inconcebibles en una fase anterior, como puede ser el color azul o los malvas.

Pero quizás más llamativo que el color, sea el encuadre. Algo que es claramente deudor del emergente arte de la fotografía, lo cual le fascinaba al autor. A ello se debe el corte de los planos pictóricos, lo que le otorga una modernidad a la escena que pocas veces se había visto antes.

Esos planos diferentes, los ocupan los tres personajes a los que está retratando. La camarera, la bailarina y el hombre que está sentado en la mesa. Y no solo está cada personaje en planos diferentes, es que ni siquiera se miran. Cada uno está en su mundo. La bailarina hace su actuación aunque nadie la mire, como si fuera una autómata. El hombre de la mesa fuma su pipa y está ausente de todo. Mientras que la camarera mira hacia afuera de la tela, como si quisiera ir de allí.

Lo cierto es que este cuadro, sin ser el más famoso de Manet comparado con su Olimpia o El balcón, es todo un muestrario de su modo de pintar el París de su época.