Gran Vía de Antonio López
El pintor y escultor español vivo más cotizado de la actualidad, Antonio López, pintó esta obra al óleo y con soporte de tabla entre los años 1974 y 1981. Es decir, tardó entre siete y ocho años para pintar un cuadro que no supera la superficie del metro cuadrado. Y este largo proceso de trabajo para una obra no es extraña en la trayectoria de Antonio López. Todo lo contrario, todas y cada una de sus creaciones son de un ejecución muy prolongada a lo largo del tiempo.
Esto se debe al meticuloso método de trabajo del pintor y también a su propia concepción de la pintura. De hecho, él ha llegado a decir una obra de arte nunca se acaba por completo, simplemente se concluye y se deja cuando el artista llega al límite de sus propias posibilidades.
Hay que tener en cuenta que este pintor de origen manchego pero afincado desde hace años en la capital de España es el máximo representante del arte hiperrealista a nivel internacional. Por ello, en sus obras es importante cada detalle. Aún más, son sumamente importantes cada una de las pinceladas, ya que él busca plasmar con todas ellas la esencia del objeto retratado o el paisaje representado, en este caso una de las arterias urbanas más importantes e históricas de Madrid.
No es casual que eligiera la Gran Vía madrileña para esta obra, porque López siempre busca objetos o lugares cotidianos como motivo de inspiración para sus obras. Y en ellas nos los presenta con sumo detalle, casi como si se tratara de una fotografía. Algo que desde hace décadas lo ha distinguido de las corrientes más abstractas e informalistas de su tiempo. Y sin embargo, el carácter hiperrealista de su obra es muy personal y diferente a otras propuestas artísticas de idénticos planteamientos estéticos que se han desarrollado en Europa y Estados Unidos durante las últimas décadas del siglo XX.
Y para comprender esa diferenciación, un excelente ejemplo es esta obra. Para empezar porque él elige representar la avenida no en sus momentos más álgidos y de plena efervescencia urbana, sino en las horas del amanecer cuando esta calle aparece completamente vacía, con un aspecto totalmente diferente al más habitual, ya que se trata de una vía urbana donde siempre hay gente, tráfico y bullicio. Ya que en realidad lo que él quiso pintar es el silencio que existe mientras la gran ciudad duerme. De esta forma el hiperrealismo de Antonio López, llega a convertirse en algo irreal, porque esa vista de Madrid en general y de la Gran Vía en particular no existe. Nunca está así de vacía y de silenciosa.