Inmaculada Concepción de Murillo 1
El pintor español Bartolomé Esteban Murillo (1617 – 1682) realizó muchas obras dedicadas a la Inmaculada Concepción. Todas ellas obras en las que se funde su indudable capacidad artística con el sentimiento religioso. De ahí el enorme éxito que tuvo en su vida y los muchos cuadros de temáticas religiosa que le encargaron. Entre todos ellos destaca este lienzo pintado al óleo. Una gran obra de considerables dimensiones, 195 centímetros de altura por 145 de ancho, en la que trabajó durante 10 años, los que van desde 1670 hasta 1680. Una obra que en la actualidad se expone muy lejos de su lugar de origen. Concretamente en el Museo del Ermitage de San Petersburgo, en Rusia.
Es curioso que llegara este lienzo hasta un destino tan lejano, porque Murillo prácticamente no salió en toda su vida de su Sevilla natal. Un lugar en el que prácticamente no dejó de trabajar en iglesias y monasterios. De hecho, incluso su muerte le llegó de esta manera, ya que en el año 1682 se cayó de un andamio mientras pintaba un retablo para la iglesia de los Capuchinos de Cádiz, y tras unos meses de convalecencia no pudo recuperarse de las heridas sufridas y finalmente falleció.
El enorme éxito de las imágenes religiosas de Murillo se debe a su capacidad para unir en sus figuras lo más sublime y también lo terrenal. Aquí vemos un ejemplo, ya que la Virgen no sabemos si nos la presenta en el momento de su Inmaculada Concepción o ya está subiendo a los cielos en lo que sería la Asunción de la Virgen. El caso es que nos pinta una Virgen María joven, repleta de belleza física y espiritual. Apela a la carnalidad del personaje, a su humanidad, algo que tenía cierto punto revolucionario, ya que tradicionalmente la imagen de la Virgen tenía un tono de frialdad y parecía extraterrenal. La fórmula fue muy aceptada, y a Murillo se le llegó a conocer como el “pintor de la Inmaculada”.
Hay que entender también el momento en el que realizó este tipo de imágenes. Una época histórica en la que España comandaba el proceso de la Contrarreforma Católica, y por lo tanto esos cuadros intentaban provocar el fervor religioso de los creyentes que los contemplaban. Pero lo hacía a través de apelar con imágenes cargadas de humanidad, con un tono sentimental y una apariencia muy tierna.
De hecho sus cuadros se han interpretado como perfectas traslaciones de la fe a un lenguaje estético cercano al pueblo. Algo que sin duda caló enormemente en el siglo XVII, gracias a las visiones muy sensibles que planteaba en sus obras de mensaje religioso, especialmente entre sus más de 20 cuadros dedicados a la Inmaculada Concepción. Un conjunto de imágenes que realizó a lo largo de toda su producción pictórica, y entre las cuales está representa una de las obras maestras de sus últimos años de vida.