Inmaculada de Soult, Murillo
En muchas ocasiones a lo largo de la historia de la pintura un artista ha sido especialmente conocido por sus lienzos que versaban sobre un tema en concreto, de esta manera el susodicho artista se especializaba, casi sin quererlo, una temática en particular, no obstante, hay pocos casos tan concretos como el de Murillo y sus Inmaculadas. Durante el conocido como Siglo de Oro español, Madrid se convirtió en la capital del arte europeo, artistas de la talla de Velázquez ocupaban el centro del panorama artístico del momento eclipsando a los demás artistas; sin embargo, la escuela sevillana supo brillar con luz propia enfocando su arte hacia un camino más devocional y espiritual y las obras de Murillo son el mejor ejemplo de ello.
Bartolomé Esteban Murillo (1617 – 1682) fue uno de los mejores artistas del Barroco español y sin lugar a dudas, el mejor exponente de la escuela sevillana. Pese a que Murillo se formó siguiendo la estela del naturalismo pronto su obra fue adquiriendo tintes barrocos hasta tal punto que, en muchas ocasiones, roza la estética Rococó. Aunque otros grandes artistas de su tiempo como Zurbarán o incluso el propio Velázquez en Madrid, también realizasen Inmaculadas fue Murillo quien consiguió crear una imagen prototipo de Virgen Inmaculada como también lo hizo con la del Buen Pastor.
La conocida como Inmaculada de Soult o Inmaculada de los Venerables es un óleo sobre lienzo de formato vertical que mide más de dos metro y medio de altura y unos ciento noventa centímetros de anchura. Está realizado en óleo sobre lienzo y data de 1678 por lo que se considera una obra de madurez de Murillo. La pieza fue encargada por el canónigo de la Catedral de Sevilla, Justino de Neve para el Hospital de los Venerables de Sevilla -de ahí que también se conozca como Inmaculada de los Venerables-. La obra fue requisada durante la Guerra de la Independencia por el mariscal Soult y no fue hasta el siglo XX cuando volvió a España.
Murillo plantea la imagen de una Virgen de pie que sitúa en un espacio níveo y que por lo tanto haría alusión tanto a la Inmaculada Concepción como a la Asunción de la Virgen. María aparece como una joven morena y de rostro dulce, la imagen típica que Murillo plantea en sus composiciones. Aparece ataviada con una túnica blanca que simboliza la pureza y encima un manto azul en referencia a la eternidad.