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La adoración de los Magos, Rubens

Publicado por Laura Prieto Fernández

La Adoración de los Magos es uno de las obras más interesadas realizadas por el pintor flamenco Pedro Pablo Rubens.

Rubens (1577 – 1640) es una de las figuras más relevantes de la estética barroca imperante a lo largo del siglo XVII; sus obras son sin ningún género de dudas las más destacadas de la escuela flamenca. Las figuras robustas pero gráciles, las formas y contornos dinámicos y sobre todo la delicadeza de sus pinturas hicieron de éste artista uno de los grandes genios de la pintura con fama mundial, llegando a ser el referido de monarcas y nobles.

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En esta ocasión La Adoración de los Magos es una obra de gran formato realizada en óleo sobre lienzo que pertenece a la primera época del artista y que posteriormente el mismo modificó y amplió. En origen el lienzo fue encargado en torno a 1609 por la ciudad de Amberes, éste debía de adornar uno de los salones del Ayuntamiento de la ciudad donde se iba a negociar una tregua con España; la elección del tema no es en absoluto trivial, la decadencia que sufría el comercio flamenco a causa de la guerra contra España situaba al país en un punto más que delicado y con el lienzo Rubens trató de representar algunos de los objetos que tenían como eje el comercio flamenco.

En 1612 el cuadro fue regalado a Rodrigo Calderón, como símbolo de unión entre ambos países y a la muerte de éste pasó a formar parte de las colecciones reales. De esta manera el artista se encontró en su segundo viaje a España realizado en 1628 con el lienzo que había pintado casi veinte años antes y decidió remodelarlo.

De esta manera es fácil discernir los retoques y añadidos que el genio barroco modificó en su obra añadiendo dos bandas de lienzo que hacían que la obra llegara a medir casi medio metro de ancho y cuatrocientos centímetros de altura. En las zonas que no fueron retocadas se aprecia una pintura de corte más clasicista, la disposición de los personajes es más ordenada y el modelado de las figuras está conseguido a través de una gran capa de pintura.

La composición en cuña parte de la figura del pequeño niño Jesús que brilla intensamente con luz propia mientras un efecto casi tenebrista se disemina por el resto del lienzo. La composición es abigarrada de lo que el artista nos tiene acostumbrados pero las figuras están ordenadas con gran maestría.

Rubens añadió una gran tira de lienzo en la parte superior en la que representó un oscuro cielo nocturno y la presencia de dos ángeles; también añadió una banda en la zona de la derecha en la cual se representó a si mismo montando a caballo, una manera de legitimar su posición de caballero. También se añadieron algunos elementos simbólicos como la presencia de una araña representando el mal o un asno con los ojos vendados que mira en dirección opuesta al niño y representa la ignorancia de los que rechazan a Jesús.