La Adoración de los Magos de Tiépolo
Este enorme lienzo (425 x 211 cm) pintado al óleo por Giambattista Tiépolo se encuentra en la actualidad en la Alte Pinakoteck de la ciudad alemana de Munich, si bien el origen lo pintó en el año 1753 para la iglesia del convento de los benedictinos de Schwarzach.
El lienzo se puede considerar una obra maestra de su pintura de madurez, cuando es capaz de hacer que sus pinturas religiosas se conviertan en algo sagrado. Algo que diferencia sus obras de estos años de las que había hecho décadas atrás, por ejemplo como las que realizó en la iglesia veneciana de Nuestra Señora del Rosario.
No obstante, aunque el tono de sus pinturas es más solemne, todavía mantiene las características propias de su arte y del momento artístico en el que vivió. Es decir los años finales del Barroco cuya evolución se convierte poco a poco en el estilo Rococó.
Prototípico de ello, es la teatralidad de la escena, basada en los gestos de los personajes y en la escenografía en la que los ambienta. Por ejemplo, en primer plano vemos a uno de los reyes magos vestido de un potente color rojo, todavía más reforzado los tonos claros que lo envuelven. También es muy teatral la gran masa de color blanco que en realidad es la manga del elegante atuendo de otro de los magos, el que está orando.
La cabeza de este rey arrodillado es el centro geométrico de la tela, pero sus manos en actitud de rezar son las que dirigen nuestra mirada hacia Jesús, María y San José, que con sus brazos abiertos cierra toda la escena. Y tras él se ven maderos, una escalera y una especie de cornisa, todo ello a modo de atrezzo teatral.
En definitiva, todo es muy teatral, y cada elemento contribuye a esa puesta en escena. San José nos lo muestra con una cara vulgar, con una frondosa melena y con largas barbas y descuidadas. Mientras que la Virgen tiene un cara muy dulce, bella al mismo tiempo que orgullosa de su hijo.
Se trata de un relato del episodio bíblico. Una escena que comienza en la espalda del rey mago de la izquierda y su potente masa de tono rojo, que nos lleva al centro del cuadro, al rey arrodillado y orante, dejando ver tras él al tercero de los reyes, que mira al Niño con una curiosidad infantil. En realidad todos están mirando a Jesús, los pajes que nos dan la espalda y también los personajes en penumbra que se ven al fondo. Los únicos que no miran al Niño, son su madre y su padre, éste último en actitud de agradecer con sinceridad y sencillez la llegada de los magos de Oriente hasta su modesto portal de Belén.