La alegoría de la fe, Vermeer
Los pocos datos acerca de la vida de Vermeer han hecho que en su producción se combine el rigor histórico con la leyenda, ni siquiera su producción artística resulta lo suficientemente extensa -tan solo se han podido hallar unas treinta y seis obras firmadas por el autor- para que arrojen datos fehacientes acerca de su personalidad artística.
Lo que sí parece influir claramente en la pintura de Vermeer es la realidad histórica que le rodeaba, en este sentido el siglo XVII es una inestimable fuente de inspiración para el artista de la misma manera que para nosotros las pinturas del de Delft se han convertido en un auténtico documento gráfico de la época. La mayoría de las pinturas del artista, son obras de género protagonizadas por mujeres que se desarrollan en un espacio interior.
La pintura que analizamos en esta ocasión, es muy parecida a las demás en cuanto a que su protagonista en una dama y se desarrolla en el mismo interior que el resto de sus composiciones, sin embargo en esta ocasión nos encontramos ante una pintura alegórica que lleva por título La alegoría de la fe, según los expertos en arte ésta habría de ser la segunda alegoría que pintaba el artista barroco, la primera de ellas dataría de 1666 y llevaría por nombre El arte de la pintura.
En esta ocasión nos encontramos ante un óleo sobre lienzo de formato vertical y escasas dimensiones, apenas llega a los ciento quince centímetros de altura y poco más de ochenta y ocho de anchura. En la actualidad la pieza se exhibe en el Museo de arte Metropolitano de Nueva York sin saber exactamente quién pudo ser su comitente original; algunos expertos barajan la hipótesis de que pudo ser la orden jesuita quienes encargasen la pieza al maestro de Delft no obstante parece que esta hipótesis ha quedado descartada en los últimos tiempos ya que la estética jesuítica era mucho más recargada que la pintura de Vermeer.
Tras un riquísimo cortinaje podemos observar la figura de una dama elegantemente vestida, ésta apoya uno de sus pies sobre una representación del globo terráqueo de Jadocus Hondius, mientras que se lleva al pecho una de sus manos en un gesto teatral. La dama se apoya en una mesa en la que aparece un cáliz, un crucifijo de madera y un libro abierto que a todas luces parece ser la Biblia. Completando la composición aparece al fondo, detrás de la dama, una pintura de Jacob Jordaens que Vermeer ha modificado a su gusto.