La batalla de Tetuán de Fortuny
España comenzó a librar un guerra contra Marruecos entre 1859 y 1860. Y a aquel conflicto no solo se enviaron tropas. También se mandaron escritores para que hicieran sus crónicas de las batallas e incluso pintores para que las ilustraran.
Uno de ellos fue un joven Mariano Fortuny y Marsal (1838 – 1874). Fue la Diputación de Barcelona la que le hizo el encargo de varios cuadros que retrataran el valor del General Prim al mando de los soldados españoles, y que también se representara la labor y valentía que iban a hacer el batallón de voluntarios catalanes.
Sin embargo, pese a lo bien pagado del encargo, aquello no terminó nada bien. Fortuny se desplazó a Marruecos y allí conoció a militares tanto españoles como marroquís, y vio alguno de los enfrentamientos. Pero sobre todo se quedó maravillado con la luz, el color y la atmósfera de esas tierras tan éxoticas. Desde aquel viaje su pintura tomó un cariz orientalista evidente y definitorio de su arte.
Obviamente, tomó infinidad de apuntes para los cuadros que debía realizar, y con todo ese material regresó y comenzó el encargo. Lo hizo en su taller de Roma y de todos los cuadros que debía hacer el que le iba a llevar más sufrimiento fue este que se titula la Batalla de Tetuán.
Es una obra enorme, un lienzo de 300 x 972 cm., o sea casi 30 metros cuadrados de superficie. Allí retrata su visión de la batalla. Pinta soldados, al general Prim y la lucha. Pero también se detiene mucho en la anécdota del pueblo marroquí, y en su paisaje. Dado el tamaño y las restricciones que le obligaba el tema, aquel cuadro le agotó literalmente. Quería pintar otras cosas, y aunque la Diputación le amplió el plazo de entrega en más de una ocasión, él nunca llegó a concluirlo.
Se ofreció incluso a devolver el dinero cobrado, ya que se había convertido en un pintor de reputación y dinero gracias a sus obras maestras, como La Vicaría. Y es que era incapaz de concluir esta obra, y ni siquiera comenzar otras que le habían pedido de aquella guerra.
Además el cuadro, dadas sus dimensiones permanecía como una losa en el taller de Roma. Se le criticó mucho por su falta de profesionalidad y de entrega, y él resistió aquello como pudo. Pero el hecho es que nunca lo terminó por completo y además hay que tener en cuenta la temprana muerte de Mariano Fortuny padre, no confundir con su hijo Mariano Fortuny y Madrazo, pintor, diseñador y hombre polifacético donde los haya.
Aún así, pese a las críticas y la animadversión que causaba el fallido encargo, las autoridades catalanas llegaron a un acuerdo con la viuda de Fortuny para trasladar la obra a Barcelona. Y desde 1875 se encuentra ahí. Actualmente en el Museo Nacional de Arte de Catalunya, donde es considerado una de las obras maestras de la colección. Y paradójicamente uno de los cuadros más valorados y queridos popularmente por los catalanes.