La calumnia de Apeles, Boticelli
La Calumnia de Apeles o simplemente La Calumnia es la última obra mitológica realizada por el pintor renacentista Sandro Boticelli.
Boticelli (1445 – 1510) fue una de las figuras más relevantes del Quattrocento italiano, su estilo grácil y amable le sirvió para ganarse los favores de los más afamados mecenas florentinos. Su formación como artista no comenzó hasta los catorce años, sin embargo este periodo le permitió tener un conocimiento más global que el resto de los artistas; formado en el taller de Filippo Lippi, el artista pronto evolucionó hacia un estilo más naturalista que sus compañeros y que ya nunca abandonaría en su carrera artística. En sus obras se conjuga a la perfección la destreza técnica de su dibujo con un amable y grato colorido.
En La calumnia de Apeles nos encontramos con una tabla de pequeñas dimensiones – apenas 90 cm de largo y 60 cm de altura- que fue realizada en torno a 1495 en temple sobre tabla.
En realidad, no son muchos los datos que tenemos sobre esta obra lo cual ha suscitado diversas versiones. La tabla sería una reinterpretación de la obra de La Calumnia del pintor clásico Apeles; según cuenta la leyenda, parece ser que Apeles podría haber pintado la obra como consecuencia de una acusaciones vertidas por un pintor rival quien aseguraba que el pintor clasicista había conspirado contra Ptolomeo IV. Otros historiadores piensan que la obra pudo venir motivada por ciertas habladurías que acusaban a Boticelli de mantener relaciones incestuosas con sus aprendices.
Lo que sí es seguro es que el artista pintara esta obra en un contexto de la historia de Florencia marcado por la caída de poder de los Médicis y la autoridad de Savonarola, un periodo en el que, a la inestabilidad política de Florencia se unió el miedo ante el fin del mundo por el cambio de siglo.
Así en la tabla del florentino encontramos dos partes bien diferenciadas: a la izquierda del cuadro aparece el rey -quizás Midas- con orejas de burro, él será el encargado se dictar la sentencia. Aparece flanqueado por dos figuras femeninas con los rostros distorsionados que le susurran maldades, la sospecha y la ignorancia.
Encabezando al grupo central encontramos una figura masculina, el rencor, que lleva de la mano a una joven, la calumnia. Ésta aparece ajena a todo el ajetreo de su alrededor y en la mano porta una antorcha que haría referencia a como la mentira se extiende con la misma facilidad que el humo. Adornando sus cabellos con una cinta blanca aparecen la envidia y el fraude. La calumnia arrastra al condenado que aparece desnudo ya que su inocencia se traduce en el hecho de que no tiene nada que ocultar.
En la derecha, una figura femenina y desnuda, que nos recuerda al Nacimiento de Venus, señalando al cielo donde realmente se hará justicia; es la verdad, y de ella emana una luz brillante que se extiende por toda la composición. A su lado aparece una anciana vestida de negro que se gira para mirar a la verdad, la penitencia.
La obra se desarrolla en el interior de una arquitectura de carácter clasicista muy decorada con relieves y esculturas.