La crucifixión de Rouault
Con este artista francés se dio una especie de renacimiento de la pintura religiosa durante las primeras décadas del siglo XX. Y lo cierto es que la producción pictórica de Georges Rouault (1871 – 1958) está plagada de obras de carácter religioso, en un momento en el que otros artistas optaban por plasmar los problemas sociales de la época o simplemente experimentar nuevas formas artísticas amparadas en los fructíferos movimientos de vanguardia, y eso que su estilo artístico está vinculado con el Expresionismo.
No obstante, la Iglesia Católica nunca ha reconocido el significado cristiano de las obras de Rouault, y es que él buscaba alcanzar la representación de la universalidad religiosa. En sus cuadros nunca aparecen los típicos angelotes de carácter dulce, ni tan siquiera las bellísimas vírgenes y las madonnas amables de la tradición pictórica religiosa. De hecho él retrata un mundo plagado de fealdad con el objetivo de condenarla, y no tiene ninguna limitación ni estética ni dogmática en sus escenas de carácter religioso.
Esa libertad en el modo de representar temas tan tradicionales es algo esencial en la obra de Georges Rouault, ya que es igualmente libre en su estilo, y descuida cualquier regla establecida, y eso pese a que su formación era más que destacada y había estudiado con detenimiento los maestros precedentes de la historia del arte.
Pero él optó por una especie de primitivismo. Y eso también se traslada a sus imágenes, donde no hay rasgo alguno de piedad, pero en cambio si que se transmite un tono de reverencia. Por ello sus imágenes de personajes como este Cristo crucificado tienden a la monumentalidad, plasmada en su tamaño y también en la importante presencia del ancho pecho y en como lleva la cabeza erguida, con orgullo. Mientras que los brazos de Jesucristo en la cruz parecen atraer y querer abrazar a los fieles.
Rouault simplifica al máximo las formas y la escena, lo cual no es un problema de su técnica y maestría con los pinceles, sino que es un recursos intencionado ya que lo que quiere revelar con esa simpleza es la intensidad extrema de sus sentimientos religiosos. De alguna forma quiere participar emotivamente en el dolor universal del hombre y en la absoluta reverencia a Dios. Y al mismo tiempo, esas formas simples, muy primitivas, también son su modo de plasmar su repulsa hacia muchas de las normas sociales, y también artísticas, de su época.
En todas sus obras la simplicidad de formas, los colores fuertes y las líneas claramente marcadas son sus únicos medios para intensificar la expresión de los personajes representados y de sus propias emociones. Y lo hace lo mismo pintado a Jesucristo que por ejemplo en sus muchos cuadros dedicados a los payasos de circo, a los que trata de la misma forma ya que los veía como unos vagabundos libres y pobres, pero siempre simpáticos y generosos con sus congéneres pese al sufrimiento universal. Es decir, llegó a convertir esos payasos en imágenes religiosas y establecía muchos paralelismos entre ellos y la propia figura de Jesús.
Además, Rouault tenía una particularidad en su técnica de pintura que le daba un sello distintivo a sus obras. Utilizaba una técnica de vitral, que consistía en trazar gruesas líneas negras alrededor de las formas, lo que le daba a sus pinturas un aspecto de vitrales de iglesia. Esta técnica, junto con su uso de colores vibrantes y su tratamiento de la luz, creaba una atmósfera única en sus obras que evocaba la espiritualidad y la profundidad emocional de los temas religiosos que retrataba.
Rouault también era conocido por su compromiso social y su crítica a la injusticia. Muchas de sus obras retratan a los marginados de la sociedad, como prostitutas, mendigos y payasos, a quienes representaba con una dignidad y una humanidad que contrastaban con la visión deshumanizada que a menudo se tenía de estos grupos en su época. En este sentido, su arte puede verse como un llamado a la compasión y a la empatía hacia los más desfavorecidos.
En su obra «La Crucifixión», Rouault representa a Cristo no como un ser divino inalcanzable, sino como un hombre que sufre, que siente dolor y que, a pesar de todo, mantiene su dignidad y su fe. Esta representación de Cristo como un hombre común, con sus debilidades y sufrimientos, es una de las características más destacadas de la obra de Rouault y refleja su visión de la religión como algo profundamente humano y accesible a todos.
Por último, cabe destacar que, a pesar de su vinculación con el Expresionismo, Rouault mantenía una cierta distancia con los movimientos artísticos de su época. No se consideraba a sí mismo un artista de vanguardia y, de hecho, rechazaba la idea de que el arte debía estar al servicio de las modas o las tendencias. Para él, el arte debía ser una expresión auténtica de los sentimientos y las emociones del artista, y no un mero producto de su tiempo. Esta actitud, junto con su compromiso con los temas religiosos y sociales, hacen de Rouault un artista único e inconfundible en la historia del arte del siglo XX.