El viejo payaso de Rouault
Este es otro de los muchos cuadros que Georges Rouault dedicó a los payasos de su época. Por ejemplo, en esta misma web ya hemos hablado de su obra Tres payasos.
En realidad, Rouault siempre fue un fiel seguidor de los payasos, pero no por sus actuaciones sino porque veía en ellos unos seres generalmente tristes y pobres, que únicamente trascendían por su alma de artista. En realidad, veía en ellos unos vagabundos con enorme libertad de movimiento, algo que le atraía al compararlos con su vida sedentaria.
Era tal su devoción hacia estos personajes de circo, que los llegó a convertir casi en imágenes de piedad religiosa. Siempre nos lo presenta con la misma expresión, y la idea en que se inspira es en la simpatía humana hacia el sufrimiento universal. El propio artista concebía que esa simpatía y la generosidad de estos personajes era lo que le daba forma a los colores de su obra.
En este caso estamos ante un lienzo que pintó entre los años 1917 y 1920. Vemos el busto de un clown. Su nariz, la boca y los ojos aparecen representados de una forma un tanto tosca, ya que haberlo hecho de una manera más refinada hubiera roto por completo la estética de la obra.
La cara y el gorro sobre la cabeza tienen un contorno ovalado, lo cual es una forma que sirve para animar y dar vitalidad a esa tosquedad a la que hacíamos mención.
Si nos fijamos atentamente descubriremos que hay penetrantes zonas de sombra con negro puro, lo cual supone un gran contraste con los elementos que se presentan con colores muy intensos, que en realidad funcionan como puntos de luz dentro de la tela. De esta forma, la luz y las sombras es lo que le da espacialidad a la obra y a su superficie cromática. Todo ello simplificando al máximo los medios que emplea en su pintura, para así intensificar su expresividad.
Rouault fue discípulo de Gustave Moreau, autor de obras como su famosa Salomé. No obstante, Rouault en sus comienzos también coqueteó con el arte fauvista. Sin embargo, pronto lo desechó y experimentó con formas más realistas, sobre todo fijándose en la condición humana, por lo que le atrajeron personajes del circo, pero también prostitutas o bailarinas. Todos ellos personajes que actúan bajo una máscara para hacer felices a la gente, mientras ocultan su propio dolor. Él busca ese dolor en la expresividad de la mirada y las poses. Lo definió así, y no solo respecto a los payasos, sino que es aplicable a cualquier hombre o mujer: “Tras la brillante máscara, todos escondemos un alma atormentada”.