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Crucifixión, Tintoretto

Publicado por Laura Prieto Fernández

A lo largo de los siglos múltiples pintores y escultores han representado escenas de la Pasión de Jesucristo, entre ellas quizás una de las más repetidas sea la escena de la Crucifixión de Cristo en el Monte Gólgota y es precisamente debido a la amplísima cantidad de obras de arte que trataron este mismo tema por lo que nos resulta tan complicado encontrar una iconografía o composición original acerca de esta temática; las raras ocasiones en las que las encontramos son magníficas obras de arte como la que aquí nos ocupa, La Crucifixión representada por el artista italiano Tintoretto en Scuola Grande di San Rocco, en Venecia.

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Jacopo Comin, conocido con el sobrenombre de Tintoretto incluso Il Furioso (1518 – 1594) es uno de los mejores representantes de la estética manierista y sobre todo de la pintura de la escuela veneciana. A lo largo de su vida cosechó un importante éxito trabajando para algunos de los comitentes más importantes de su tiempo y dejándonos una amplia producción artística. Como buen veneciano Tintoretto dominaba el colorido a la perfección, en sus lienzos la pincelada cobra una fuerza singular que potencia la composición. Por otro lado, los contrastes lumínicos que el artista acostumbra a utilizar en sus telas serán uno de los precedentes más inmediatos de la estética tenebrista que apareció en el Barroco a lo largo del siglo XVII.

En la segunda mitad del siglo XVI el artista recibió un importante encargo, la decoración del interior de la Scuola de San Rocco en Venecia, una importante entidad dedicada a las personas desvalidas. El programa iconográfico giraba en torno a la vida de San Roque y de Jesús, pero también se incluyeron algunas de las escenas o pasajes más destacados del Antiguo Testamento o de la vida de María.

En esta ocasión nos encontramos con un gran lienzo de más de cinco metros de altura y casi trece de anchura realizado en óleo sobre lienzo. Para su ejecución el artista realizó números bocetos y dibujos preparatorios que aún hoy se conservan. En el centro de la composición aparece Jesucristo cuyo cuerpo musculado se inclina aún con vida en la cruz. Bajo la cruz encontramos un grupo de figuras que lloran amargamente y se agolpan a los pies de la cruz de Cristo como si fuesen el soporte de la misma. De la propia figura de Jesucristo emerge una luz brillante que se contrapone con el cielo plomizo y oscuro de la composición y cuyos rayos sirven para establecer la composición del nutrido grupo de personajes que componen el lienzo: mientras uno de los ladrones que acompaña a Jesús ya es izado sobre su cruz, el otro se encuentra al otro lado aun siendo atado a la cruz, los soldados se reparten las vestiduras de Jesucristo, otros espectadores observan la escena conmocionados etc. En la esquina inferior derecha encontramos además una cartela que surge bajo un caballo blanco donde el artista aprovechó el espacio para firmar y fechar el lienzo.