La Escuela barroca madrileña (II)
El artista más interesante de la escuela madrileña en la segunda mitad del siglo XVII tras la muerte de Velázquez fue Francisco Carreño de Miranda. Nació en Avilés (Asturias) pero a temprana edad llegó a Madrid con su familia y pronto empezó su formación con Pedro de las Cuevas y Bartolomé Román, para pasar luego a ser ayudante de Francisco Rizi en los frescos que éste realizó en el Alcázar y en la catedral de Toledo.
En la primera etapa de su pintura aparecen influencias de Rubens, como puede verse por ejemplo en “La Anunciación y Desposorios de Santa Catalina” de 1653 del Hospital de la Orden de los Terciarios en Madrid, y también de Van Dyck en la “Magdalena” de la Academia de San Fernando. Trabaja también el tema de la Virgen, dándole una apariencia y un aliento humano que la distingue de otros modelos místicos o dulzones, siempre idealizados de algunos de sus contemporáneos. Sus imágenes de Vírgenes, las hacen más accesibles, como ocurre por ejemplo con la “Asunción” del Museo de Poznan, o con la “Coronación” de las Descalzas Reales (obra pintada en colaboración con Rizi), o con sus Inmaculadas en sus diferentes versiones, tanto en la de Santa Isabel de Madrid, la del Lázaro Galdiano o la Hispanic Society.
Pero Carreño de Miranda fue sobre todo u retratista, el primero de la pintura española tras Velázquez. Fue nombrado pintor del rey Carlos II en 1669 y pintor de Cámara en 1671. Como pintor de palacio realizó una serie de retratos del rey, en los que acentúa los rasgos deformados por la enfermedad conforme ésta iba avanzando. De 1671 es el “Retrato de Carlos II” que se encuentra en el Museo de Oviedo (del que se conservan varias copias autógrafas y de taller), en el que el rey aparece vistiendo su característico traje negro con golilla, puños y medias blancas, luciendo el Toison de oro llevando en su mano derecha un papel, mientras que con la izquierda sostiene un sombrero. El paisaje arquitectónico que representa ha sido identificado con el salón de los espejos del Alcázar de Madrid.
Además de pintar la serie de retratos reales, realiza copias de los retratos de Felipe IV originales de Velázquez, como el ejemplar de la Dorchester House de Londres, y cumple también el papel de pintor de personajes de la corte, retratando a los condes de Miranda, a la condesa de Monterrey, o al conde de Aguilar de Inestrillas, lienzo que se encuentra en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid. En éste último retrato se nota la huella de Velázquez, en la postura elegante, la fuerza de la mirada del conde y también la influencia de Van Dyck, siempre buscando la distinción y las notas expresivas del rango del aristócrata.
En definitiva, Carreño, sucesor de Velázquez como pintor del rey, tomo de éste la pintura de corte impresionista, el realismo apoyado en la perspectiva y en el cromatismo superador del tenebrismo, además de la transcripción de los objetos hecha por insinuaciones tonales. Su gama cromática es más fría que la del pintor sevillano, con grises y matices plateados, alterados por unos rojos carmín, tierras y tostados. Al igual que el sevillano pintó a los bufones y a los denominados “hombres de placer”, de los que destacamos dos lienzos, los de “Eugenia Martínez Vallejo” (conocida como “La Monstrua”) y “Francisco Bazán”, ambos en el Museo del Prado.