Arte
Inicio Neoclasicismo, Pintura La fuente, Ingres

La fuente, Ingres

Publicado por Laura Prieto Fernández

En muchas ocasiones los artistas establecen lazos especiales con algunas de sus obras, debido a unos u otros motivos los artistas quizás nunca terminan de estar con formes con el lienzo en el que están trabajando y éstos nunca ven la luz o se dan por acabados completamente. Otras veces el proceso creativo es tan largo que se demora durante años, este es el caso del lienzo que aquí se analiza, una tela realizada por el artista Dominique Ingres y que se conoce como La fuente o El manantial.

Los años del siglo XIX fueron testigos de un cambio radical en el ámbito del arte, conmovido por el auge del Romanticismo y la persistente influencia del Neoclasicismo. Durante este tiempo, el arte buscó un diálogo entre la emoción y la razón, un equilibrio que Ingres logró plasmar en su obra. Aunque adherido a menudo al Neoclasicismo por sus claras líneas y disciplina, el drama y la emoción presentes en sus cuadros demuestran una conexión más profunda con el Romanticismo, destacando así su capacidad de conjugar estos aparentemente opuestos movimientos.

Jean Auguste Dominique Ingres (1780 – 1867) es uno de los artistas más destacados de la estética neoclasicista en Francia. En realidad, el artista no puede ser considerado plenamente dentro de la estética neoclásica, pero los historiadores así lo han hecho debido a datación. Su estilo es completamente personal mezclando el realismo con el romanticismo además de grandes dosis de pasión por el dibujo. Sea como fuere, lo cierto es que Ingres y su estilo pictórico causaron una gran influencia en los artistas posteriores, trabajó para algunos de los comitentes más destacados de su época y paulatinamente se fue convirtiendo en una figura de referencia.

La influencia de Ingres no se detuvo en su propia época, extendiéndose a generaciones posteriores como los impresionistas y realistas. Artistas como Edgar Degas admiraron su maestría con el dibujo y la línea, incorporando esas lecciones en su propio acercamiento al movimiento y a la figura humana. Así, la obra de Ingres se convirtió en un puente entre los siglos, inspirando a quienes buscaban capturar tanto la precisión como la emoción en el arte.

tmp_e8fdad0ff989bbccbf3ee1e52fd3325e

En La Fuente nos encontramos ante un óleo sobre lienzo realizado en formato vertical que posee uno ochenta centímetros de anchura y algo más de ciento treinta y cinco de altura. Parece ser que los primeros bocetos e intentos de esta obra datarían de principios de los años veinte y el resultado final del lienzo no estaría listo hasta mediados de la década de los cincuenta en torno al año 1856. La obra representa a la ninfa encargada de los inicios de los ríos, la fuente de la que todos ellos manan; el artista representa una mujer completamente desnuda que levanta por encima de su cabeza un cuenco o vasija de la que mana el agua. El chorro de agua se divide en cuatro afluentes diferentes en el momento en el que toca la mano de la joven y cae al suelo formando a sus pies un charco en el que se encuentra reflejada su figura. Éste fue un ambicioso proyecto en el que el artista trató de aunar el idealismo de la belleza de la ninfa con el realismo.

La simbología en «La Fuente» es rica e intrincada, con la imagen del agua representando la vida y el renacimiento, elementos fundamentales de la mitología grecorromana. El cuenco que la ninfa sostiene sobre su cabeza es un símbolo de abundancia y origen, insinuando la noción de la naturaleza como la fuente primordial de toda existencia. Esta representación resplandece como un homenaje a las influencias clásicas que Ingres adopta y adapta a su estilo tan personal.

Por otro lado debemos destacar como la obra adquiere una particular composición escultórica, la mujer aparece cobijada en una especie de hornacina como si de una estatua se tratase y las formas definidas de su anatomía y el cuerpo blanquecino de la misma nos hablan de una estética marmórea más propia de las esculturas que de la pintura. El dibujo es el protagonista absoluto del lienzo pero a su vez el color se ha utilizado para recrear las calidades táctiles, tanto es así que el artista ha conseguido recrear incluso una piel aterciopelada en el desnudo. La postura de la joven dibuja líneas sutiles que marcan un movimiento ondulante ascensional y nos remiten a las famosas curvas praxitelianas de la estatuaria clásica griega.

Ingres demostró una innovación particular en su manera de abordar la pintura, prestando especial atención al dominio del dibujo y las líneas precisas. En su búsqueda de la perfección estética, desarrolló una técnica que permitía una superficie lisa y sin imperfecciones, destacando la suavidad de la piel y la fluidez del movimiento. Su habilidad para conjugar los detalles anatómicos con la elegancia estética estableció precedentes que desafiaron a otros artistas a explorar formas expresivas con igual destreza.

En la actualidad, la obra de Ingres se puede observar en el Museo de Orsay de Paris.