Madame de Senonnes de Ingres
Jean Auguste Domique Ingres pintó este espectacular retrato de Madame de Sennones, en 1814, cuando el artista tenía tan solo 34 años de edad. Y sin embargo, la obra es de una madurez creativa absoluta. En realidad, todo ese periodo de su producción ya que en ese mismo año fue capaz de concebir una de sus obras maestras más valoradas y veneradas como es La Gran Odalisca, realizada por las mismas fechas.
Se aprecia muchísimo más la valía de este retrato femenino sabiendo que la gran ambición personal de Ingres era pintar majestuosos cuadros sobre episodios históricos, sin embargo no siempre tenía ese tipo de encargos, que eran especialmente bien pagados. Por ello, tenía que recurrir a la realización de otro tipo de trabajos como los retratos de personajes de las más altas esferas sociales, que en realidad eran encargos bastante amargos para él y que solo hacía por razones de índole económico.
A pesar de este hecho, Ingres se esforzó en cada retrato, demostrando un compromiso con su arte que trascendía cualquier consideración económica. Su dedicación y meticulosidad se reflejan en la calidad de sus obras, que a menudo se describen como una fusión de la precisión del Renacimiento con la sensualidad del Romanticismo.
Aún así, una vez que se disponía a hacer esos retratos, renunciaba por completo a las prisas e invertía en ellos todo el tiempo necesario y su magistral arte para la pintura. Su estilo se basaba en un proceso extraordinariamente meticuloso. Antes de acometer el lienzo definitivo realizaba previamente infinidad de dibujos preparatorios. Con ellos hacía sus estudios para la composición final, planteaba variaciones en la pose y las posturas de los retratados, e incluso hacía pruebas con distintos vestuarios.
El retrato de Madame de Senonnes es un ejemplo perfecto de este proceso. Ingres capturó la esencia de su sujeto con una precisión casi fotográfica, a la vez que infundía la imagen con una sensualidad y una intimidad que la elevaban más allá de un simple retrato. La mirada de Madame de Senonnes, ligeramente desviada, sugiere una historia más profunda, una vida interior rica y compleja que Ingres ha capturado con su pincel.
En definitiva, aunque Ingres como buen pintor del Neoclasicismo le hubiera gustado pasar a la historia por la creación de suntuosos cuadros con escenas y personajes del pasado como su Juana de Arco, lo cierto es que es un gran maestro más valorado por otras creaciones, como este retrato de Madame de Senonnes, o escenas de desnudo femenino como La Bañista de Valpinçon o composiciones orientalizantes más típicas del arte del Romanticismo, como es su Baño turco o la ya antes citada Gran Odalisca.
Ingres, a pesar de sus ambiciones, se ha ganado un lugar en la historia del arte no solo por sus grandes cuadros históricos, sino también por sus retratos íntimos y detallados. Su habilidad para capturar la esencia de sus sujetos, combinada con su dominio técnico, hace que sus obras sean tan valoradas y apreciadas hoy en día como lo fueron en su época.