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La Perla, Rafael de Sanzio

Publicado por Laura Prieto Fernández

La Perla es una de las Sagradas Familias más conocidas y alabadas del pintor renacentista Rafael de Sanzio. Sin duda alguna Rafael es uno de los artistas más afamados de época con las figuras de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti forman la conocida como Triada Renacentista.

Rafael (1483 – 1520) nació en la ciudad de Urbino en el seno de una familia de artistas, sin embargo pronto se quedó huérfano y pasó a depender de su propio talento, deambulando en el taller de uno u otro artista. Su gran capacidad artística le llevó a destacar no sólo en el ámbito de la pintura sino también en el de la arquitectura trabajando para alguno de los comitentes más destacados de su época. Su pintura siempre tuvo un espíritu amable y cercano a la vez que obtenía un toque distinto gracias a su factura personal.

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En esta ocasión nos encontramos ante una Sagrada Familia que el artista ha tratado con suma delicadeza recreando un ambiente natural y muy sencillo. La obra está realizada en óleo sobre tabla y data de entre 1518 y 1520. Parece ser que en su origen la pieza debió ser realizada para el obispo de Bayeux y posteriormente sería adquirida por el Duque de Mantua, Vicenzo Gonzaga. Con el tiempo, el monarca inglés Carlos I se la regalaría a Felipe IV de España. La tabla perteneció a las colecciones reales hasta la Guerra de la Independencia cuando las tropas napoleónicas la incautaron y la trasladaron a Francia. Posteriormente la tabla volverá a España donde actualmente se conserva en el Museo del Prado de Madrid.

Pese a que el artista ha utilizado la tradicional composición piramidal, muy típica en esta temática, Rafael ha introducido algunas variantes: en primer plano aparece la Virgen María junto son Santa Ana y los Niños: San Juan Bautista y Jesucristo. Los pequeños juegan y se entretienen alegres mientras sus madres les observan con gesto severo; parece que ambas mujeres son conscientes del fatal e irremediable destino que espera a sus hijos. Al fondo, en un segundo plano aparece la figura de San José afanado en su labor como carpintero.

El Niño Jesús aparece en brazos de su madre, ocupando el centro de la composición, y apoyando uno de sus pequeños pies en la cuna que descansa en el suelo. San Juanito por su parte está en el suelo caminando hacia Jesús y ataviado con la típica piel de cordero. Ambos son iluminados por una brillante luz cuyo foco queda fuera de la composición.

Por su parte Santa Ana aparece como una mujer mayor, con el rostro surcado de arrugas que adopta una actitud pensativa muy típica de las figuras de Miguel Ángel. Santa María es una mujer joven y bella, con el rostro ovalado y rasgos clasicistas pero su cuerpo aparece curvado dibujando una forma serpentinata que es más típica del manierismo que del clasicismo.

La escena se desarrolla en un paisaje natural al anochecer. Sin embargo la penumbra, no ha logrado sino potenciar la calidad que con la que el artista ha representado el paisaje natural surcado por ruinas romanas.