Arte
Inicio Neoclasicismo, Pintura La perla y la ola de Paul Baudry

La perla y la ola de Paul Baudry

Publicado por A. Cerra

La perla y la ola de Paul Baudry

Este cuadro, cuyo título completo es La perla y la ola (fábula persa) es una de las obras más representativas del arte del II Imperio en Francia. De hecho, aunque en la actualidad la obra forma parte de la colección del Museo del Prado en Madrid, en origen fue una obra que adquirió la propia emperatriz francesa María Eugenia de Montijo.

El cuadro lo realizó el pintor Paul Baudry (1828 – 1886), un artista que representa a la perfección el estilo académico de la época sobre todo mediante sus pinturas murales de carácter decorativo, entre las cuales merecen una especial mención el conjunto de pinturas de la Ópera Garnier en París.

Pero aquí estamos ante un óleo sobre lienzo que ejecutó en 1862 y que desde que lo expuso al año siguiente en el Salón de París le proporcionó una gran popularidad, al tratarse de un desnudo realmente cargado de sensualidad y también de calidad pictórica.

Es inevitable recordar el famoso Nacimiento de Venus de Boticelli, ya que aquí se está jugando con ideas semejantes: el mar, las conchas y la hermosa mujer desnuda.

No obstante en la tela de Baudry hay menos mitología y más sexualidad. La metáfora es bastante evidente, y esa ola del mar está a punto de envolver y poseer a la mujer. Una mujer con formas suaves como las perlas y con unas encarnaciones que también plantean la similitud con una joya.

El cuerpo es de una sinuosidad continua, en la que se alterna lo cóncavo y lo convexo, trazando una línea que nos invita a ir descubriendo todo ese cuerpo iluminado y nacarado al mismo tiempo. Y el erotismo todavía se acentúa más por la mirada de la mujer, gira su cabeza, nos mira de reojo y deja entreabiertos sus labios. Un gesto que es tan arrebatador, que incluso hubo quien en la época lo consideró indecoroso.

Como decimos el éxito de la obra fue inmediato, y se reprodujo en grabados y en fotografías. Y todavía ayudó más a su fama que lo comprara la emperatriz. Aunque en los años posteriores, cuando desapareció el II Imperio gobernado por Napoleón III y surgió la III República Francesa, la obra comenzó un periplo en el que iba a pasar por varias manos. Primero fue a parar a un potentado norteamericano. A quien más tarde se la compró un coleccionista español, el cual finalmente se lo legó a la pinacoteca madrileña de El Prado.