Rafael Sanzio (1483 – 1520)
A pesar de su corta existencia, Rafael ha legado una producción más copiosa que la de Leonardo y la de Miguel Ángel. Es el genio más fecundo del Cinquecento. Ejecutaba sus obras con gran rapidez, después de concebirlas con sorprendente claridad.Su principal mérito es haber sabido conciliar armoniosamente tendencias muy diversas; en su pintura asimila desde las enseñanzas de su maestro, Perugino, hasta las innovaciones de Leonardo y Miguel Ángel.
Su genio es asimilación creadora. Se apoya en el estilo de sus predecesores y contemporáneos, pero lo hace fundiendo esos estilos a la luz de su propia personalidad nacida bajo el signo de la proporción y de la medida, de la belleza ideal y de la elegancia.
Es evidente su tendencia idealizadora. Busca la representación de la belleza ideal mediante la utilización equilibrada de la línea, el volumen y el color. Sus obras se caracterizan por la claridad compositiva y por la dulzura: frente a la sabiduría de Leonardo y la fuerza de Miguel Ángel, en Rafael destaca la dulzura. Sorprende, por otra parte, su perfección, su virtuosismo formal, así como su gran capacidad para sintetizar lo religioso y lo profano, la Antigüedad mitológico-politeísta y el Cristianismo monoteísta.
Su primera etapa como pintor se desarrolla en Perusa(1504-1508), donde asimila el estilo de su maestro, Perugino: claridad compositiva, delicadeza e ingenuidad de las figuras y preocupación por la perspectiva (de amplios horizontes). A este período corresponde El Esposorio y El Sueño del Caballero.
Sus cuatro años florentinos (1504-1508) son decisivos para su formación. Aquí se aprecia la influencia de Leonardo, decisiva en su pintura, que se hace grandilocuente y en la que es fácil comprobar la asimilación del sfumato y de la composición triangular.
Destacó sobre todo como pintor de Vírgenes: Madona del Granduca, Madona de la Pradera, Madona del Jilguero o del Pajarito. La creación más importante del período florentino, en la que se revela impresionado por el dramatismo de Miguel Ángel, es El Santo Entierro, donde muestra ya el pleno dominio en el arte de componer.
En 1508 se traslada a Roma, llamado por el Papa Julio II, iniciando así la última y más fecunda etapa de su corta vida. Rodeado de admiradores/ras, vive días de gloria, trabajando para el Vaticano. Sus Madonas crecen en robustez, componiendo monumentales cuadros de altar (Madona de San Sixto, Madona de la Silla).
En los retratos consigue una fusión perfecta de la figura con la atmósfera, perdiéndose la línea de contorno. Destacan los dos Papas Julio II y León X, sí como el del Cardenal y la Fornarina.
Pero lo más destacado de su etapa romana son las monumentales pinturas murales que realizó para las Estancias Vaticanas, en las que está claramente presente la influencia de Miguel Ángel (que en esos momentos pintaba la bóveda de la Capilla Sixtina). La primera decorada fue la llamada Cámara de la Signatura con cuatro grandes alegorías: la Filosofia (Escuela de Atenas), la Teología (Disputa del Sacramento), el Derecho (las Virtudes Cardinales) y la Poesía (el Parnaso).
En el Fresco de la Escuela de Atenas, representa, en un monumental fondo arquitectónico, numerosos filósofos de la Antigüedad en diversas actitudes; en el punto de fuga y centro de la escena representa a Platón, que señala hacia arriba(mundo de las ideas); junto a él, Aristóteles nos indica con su mano el mundo de la materia, mostrando el valor de la experiencia. Los personajes son, en su mayoría, retratos de personajes: Platón es Leonardo, Miguel Ángel aparece como Heráclito, Bramante como Euclides… Con esto, el pintor quiso enseñar que la categoría de los artistas modernos es comparable a la de los sabios de la Antigüedad.
Al terminar esta estancia, el Papa Julio II le pidió la realización de la otra, la llamada Cámara de Heliodoro, en la que se glorifica indirectamente la persona del Pontífice. En la Cámara del Incendio del Borgo, encontramos a un Rafael preocupado en la captación del movimiento y el dramatismo de las gentes atemorizadas por el peligro, en un sin número de diversas y elegantísimas actitudes.
Entre sus últimas obras figura La Transfiguración, cuadro discutido de inequívoca influencia miguelangelesca, en donde la escena alta es una apoteosis de luz y de valores ideales, en contraste con la parte inferior, oscura y de un realismo mundano.