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La Sagrada Familia del pajarito, Murillo

Publicado por Laura Prieto Fernández

La Sagrada Familia del pajarito es quizá una de las obras más populares del artista sevillano Bartolomé Murillo (1617- 1682). En esta ocasión nos encontramos ante una obra religiosa con ecos naturalistas del artista Barroco y en ella aún es patente algunas deudas con pintores como Zurbarán, Velázquez o el mismo Caravaggio; con todo no se conoce la datación exacta de la pintura aunque podría establecerse en torno a la década de los cincuenta.

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Realizada en óleo sobre lienzo la pintura representa una escena con un fuerte contenido familiar. En realidad, la completa ausencia de elementos que aludan a la divinidad de los personajes nos hace situarnos en una escena intimista dentro de una casa cualquiera en la Sevilla del siglo XVII; ésta fue sin duda una de las principales habilidades del sevillano, Murillo trató como pocos artistas las escenas religiosas como pinturas de género haciéndolas cercanas y familiares para el espectador.

En la obra el Niño, un pequeño rubio de unos dos años, juega inocente con un pajarillo y un perrito, su padre abandona sus labores de carpintería para jugar con su pequeño y su madre se gira para contemplar la escena mientras sigue con sus labores de hilandera. Murillo trabaja la escena según los parámetros de la Contrarreforma, el protagonismo y la devoción de San José creció durante esta época promovida por instituciones como la carmelitana o la jesuítica; el artista le dedica un protagonismo especial que hasta entonces no había tenido. El padre del Niño es representado como un hombre protector y trabajador, cercano a su hijo.

El artista trata con cuidado cada uno de los detalles de la escena así, tras la figura de San José podemos observar su banco de trabajo y a los pies de María el cesto de la costura con las tareas que debe realizar. El ambiente costumbrista de la obra queda resaltado por los ropajes de los personajes que ponen de manifiesto su humilde condición y el tratamiento espacial del entorno, una casa con las pareces vacía sin ningún tipo de lujo. La austeridad también viene reflejada por los elementos con los que el Niño juega, no tiene ningún juguete sino que es un perrillo y un pequeño pájaro que trata con cariño.

La paleta está dominada por los colores terrosos con un empaste cuidado y bien trabajado el artista logra un gran modelado y una gran representación táctil de los materiales. El tratamiento lumínico es aún tenebrista, si bien es cierto que durante el Barroco el tenebrismo inspirado en Caravaggio fue una de las tendencias más demandadas por los pintores durante la década de los cincuenta éste ya no era tan popular como l había sido hasta entonces; Murillo lo utiliza de una manera más cálida y matizada que Caravaggio, el foco de luz es exterior por lo que no puede ser apreciado por el espectador. Los personajes irradian luz propia por lo que quedan fuertemente iluminados mientras el resto de la escena está en penumbra, tan sólo el pequeño destello en una de las paredes de la casa nos indica que en ese lugar hay una esquina.