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Sagrada Familia con Santa Ana de El Greco

Publicado por A. Cerra

Sagrada Familia con Santa Ana de El Greco

Este óleo pintado sobre lienzo por El Greco hacia el año 1595, en la actualidad se conserva en el Hospital de Tavera de Toledo. Por supuesto no es un tema nuevo en la trayectoria de este pintor. Realizó en numerosas ocasiones imágenes con la Sagrada Familia, sin embargo de todas ellas, esta posiblemente sea la más entrañable.

Es cierto que como es habitual en los cuadros de El Greco, siempre hay una carga de idealismo y espiritualidad, aspectos que materializa en unas figuras muy estilizadas y en unos colores vivos, casi sobrenaturales. Pero cuando pinta el grupo de la Sagrada Familia, añade un toque de humanidad que a veces no está presente en otras de sus temáticas religiosas, que van desde escenas de episodios de los Evangelios como La Oración en el Huerto hasta otras de glorificación como la Asunción de la Virgen.

En esta ocasión todo parece más natural, con menos artificiosidad. La figura de María en el centro domina la composición, en especial su bello rostro realzado por el arco que sobre su cabeza generan las nubes, que al abrirse dejan ver el azul del cielo como si fuera la gran aureola de este personaje.

Un personaje, que como el resto, o sea, San José la derecha, y Santa Ana, a la izquierda, bajan la mirada para contemplar a Jesús, que se comporta como un bebé, es decir, está siendo amamantado por su madre. El gesto más afectuoso.

Además del juego de miradas entre los personajes, también hay que destacar la actitud de cariño y admiración que cada uno de ellos muestra con sus manos. María está pendiente del propio acto de alimentar a su hijo, mientras que San José está maravillado con la criatura tal y como manifiesta al tocarse la barbilla, al mismo tiempo que toca el piececito del niño para ser más consciente de que es de verdad.

Al otro lado, Santa Ana, madre de María y por lo tanto abuela de Jesús, le acaricia la cabeza con suavidad, en un acto muy propio de una abuela, lo que le aporta el tono entrañable. De hecho, según los relato bíblicos, este personaje no aparece en semejante escena, sin embargo El Greco, se atrevió a incorporarlo, pese a que el ambiente de Contrarreforma Católica no permitía excesiva licencias a los artistas.

Aún así, El Greco se atreve a mostrar un pecho de María y al Niño completamente desnudo, todo ello perfectamente armonizado con esa escena de vivos colores, donde las túnicas y mantos tan pesados apenas dejan intuir la anatomía. En definitiva, un tela deliciosa de uno de los grandes representantes del arte manierista.