Sagrada Familia del Roble, Rafael
La producción en serie de obras de arte no parece tan descabellada desde la aparición delas obras de Andy Warhol, pero en realidad, son muchos los artes que antes que él produjeron ingentes cantidades de piezas artísticas gracias al trabajo de un taller, en este sentido la obra que aquí analizamos también procede de ese modo de fabricación casi lineal que se llevaba a cabo en los talleres de los artistas más destacados.
Rafael de Sanzio, también conocido como Rafael de Urbino (1483 – 1520) fue uno de los pintores más destacados del renacimiento italiano. Sus obras amables y dulces con un toque de realismo hicieron que su pintura se encumbrase y que el volumen de trabajo fuese tal que pronto el artista montó un taller para dar cabida a los múltiples encargos de los clientes más importantes. Del taller de Rafael salieron un buen número de piezas, especialmente Sagradas familias como la que aquí podemos observar y que era una de las especialidades del artista. La pieza que aquí analizamos se conoce como Sagrada familia del roble y fue pintada bajo el pontificado de Leon X momento en el Rafael vivió la cumbre de su carrera artística, concretamente la pintura data de 1518 y se trata de un óleo sobre lienzo de formato vertical que mide unos ciento cuarenta y cuatro centímetro de alto y ciento diez de ancho.
En él se representa a la Sagrada familia junto con San Juan Bautista primo de Jesús, que aparece ataviado con una piel de cordero y muestra al Niño una filacteria en la que aparece escrito Ecce Angus Dei / Este es el Cordero de Cristo. El Niño se gira hacia sus padres para mostrarles la filacteria y en el gesto de estos se puede apreciar cierto pesimismo y turbación como si fuesen conscientes del destino fatídico que aguarda a su único Hijo.
El artista ha incluido algunos elementos arquitectónicos clásicos que sirven de apoyo para San José y que son un guiño a la Antigüedad Clásica, también al fondo de la composición se puede apreciar un edificio en ruinas que nos remite a la conocida Basílica de Majencio. El paisaje en el que se ambienta la escena está dominado por un gran roble que el artista ha representado con sumo detalle y al fondo de la composición, una neblina azulada que distorsiona los contornos y que remite a la obra de Leonardo da Vinci.