La Tribuna de los Uffizi de Johan Zoffany
Johan Zoffany pasó mucho tiempo en la ciudad italiana de Florencia, y sin duda uno de sus lugares favoritos de la capital de Toscana era la Galería de los Uffizi con su increíble colección de obras maestras. Allí paso muchas horas para pintar copias y versiones de esos cuadros de Tiziano, Hans Holbein, Rubens o Rafael. Y gran parte de ese trabajo luego le sirvió para realizar este gran lienzo titulado la Tribuna de los Uffizi, el cual fue mostrado por primera vez en las residencias reales de Kew House, ante el rey Jorge III de Inglaterra y su esposa Carlota, verdadera mecenas de Zoffany.
De hecho, fueron los monarcas los que patrocinaron el viaje de Zoffany a Florencia con toda su familia y para pintar una obra de estas características. Un privilegio que el pintor se había ganado junto a un enorme prestigio por su calidad artística. De alguna forma semejante encargo suponía alcanzar de manera definitiva el cenit de su carrera hasta ese momento. Sin embargo, también le trajo muchos problemas.
El primero fue que durante su estancia en Florencia, junto a su mujer y su hijo, el pequeño tuvo un accidente y falleció de forma inesperada. Algo que sumió al pintor en una tristeza de la que nunca terminó de recuperarse por completo.
Además el trabajo en el interior de la Galería de los Uffizi se desarrollaba en una duras condiciones. Estaba obligado a pasar muchas horas pintando y con excesivo frío y humedad, algo que también acabaron por acusar sus huesos. Y por último, el cuadro también le supuso problemas a su vuelta a Inglaterra y tras su exposición pública.
El rey pidió la asesoría de otros artistas y entendidos para que valoraran la calidad del lienzo de Zoffany y así considerar si era merecedor del dinero y de la pensión que se le había prometido. El veredicto fue que la obra era de una calidad soberbia y sin duda merecía un buen pago. Pero en cambio ese nunca llegó a producirse debido a la coyuntura política. Por aquella época, el año 1778, Inglaterra se encontraba inmersa en una costosa guerra con las 13 colonias del otro lado, lo cual desembocaría en la independencia de los Estados Unidos.
Esa situación vacío las arcas de Inglaterra y Zoffany nunca llegó a cobrar lo merecido. Hasta le acusaron de haber alargado su estancia en Italia para realizar otros cuadros como el retrato al emperador austriaco José I, lo cual en realidad era una excusa para no pagarle. Eso sumado la pérdida del hijo, le supuso una terrible depresión que le acompañó durante el resto de su vida. De hecho, aunque siguió pintando retratos y obras de género, ya nunca alcanzó el mismo nivel de brillantez que había logrado con sus obras precedentes.