Músicos callejeros de Johann Zoffany
El pintor alemán Zoffany parecía destinado a llevar una vida de sirviente, como su padre, sin embargo, pronto despuntó por sus cualidades para el arte y poco a poco fue haciendo una interesante carrera pictórica por diversos países de Europa, e incluso lejos del Viejo Continente, ya que incluso viajó durante varios años a la India.
Una trayectoria espectacular para Johann Joseph Edler von Zoffany (1733 – 1810), hijo de uno de los sirvientes más próximos al soberano del imperio de Thurn und Taxis. De hecho pasó la infancia en la corte de Regensburg jugando con el heredero al trono. Pero entre juegos y travesuras, el pequeño Zoffany también mostró sus cualidades naturales para el dibujo, por eso con solo 13 años se le facilitó una formación pictórica junto al maestro Martin Speer.
Más tarde completaría su formación con un largo viaje a Roma, donde estudió junto a figuras consagradas como Masucci o Anton Raphael Mengs, que con obras como Perseo y Andrómeda, es uno de los más eminentes representantes de la pintura neoclásica en el arte alemán.
Tras ese periodo romano regresó a Alemania, concretamente a la ciudad de Treveris, donde el elector de esa región lo convirtió en pintor de cámara. No obstante, su espíritu inquieto le llevó a experimentar nuevas aventuras. Por ejemplo se fue a Londres, y ahí abrió su propio taller de pintura, y llegó a triunfar por todo lo alto. Solo dos años más tarde ya expuso en la Sociedad Artística londinense y acabó por convertirse en el pintor predilecto del rey Jorge III. Al igual que le encargaron numerosas obras los personajes más destacados en esa época en el Reino Unido, como por ejemplo Charles Townley que se hizo retratar por Zoffany en su galería de esculturas.
No estaba nada mal para este hijo de un siervo, codearse con tales personalidades. E incluso iba a alcanzar el rango nobiliario durante su estancia en Viena, la capital imperial, donde la propia emperatriz María Teresa le otorgó un título aristocrático.
En definitiva, una vida plagada de triunfos y éxito, todo ello logrado por su excepcional capacidad para el retrato. No obstante, dentro del conjunto hay otra temática que también le apasionaba, y eran las escenas sociales y costumbristas. Una muestra de ello es este lienzo realizado en el año 1779 y que es parte de la colección de la Galería Nacional de Parma.
Músicos callejeros al fin y al cabo es otro ejemplo para su habilidad para el retrato, en este caso colectivo y de gentes corrientes. Por eso es incluso más natural que en los retratos por encargo, y se nos muestra como un artista de pincelada fácil.