«Los Tres Músicos» de Picasso
Es un óleo sobre tela pintado por Picasso en 1921 durante una estancia en Fontainebleau (Francia), del cual hizo dos versiones, que constituyen dos obras maestras de la historia del arte. Se inscriben en la fase del denominado “cubismo sintético”, y suponen una especie de despedida de este estilo. Estos cuadros se encuentran en el Museo de Arte de Filadelfia y en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en Estados Unidos.
Pablo Picasso junto con George Braque (el otro gran maestro cubista), siguiendo una línea evolutiva en la técnica cubista, se van a ir fijando cada vez más en los planos que limitan los volúmenes, lo que les llevó a otra etapa, conocida como “cubismo sintético”, al ser los planos el objeto del estudio en sí mismos y no por su volumen global. Por ello pueden multiplicar los ángulos de visión de un mismo objeto descubriendo las figuras. Además ambos experimentan con el collage o “papel pegado”, trasponiendo luego al óleo los efectos de esta técnica. Para algunos autores esta evolución hacia un nuevo lenguaje cubista, menos intelectual, se hizo para superar las dificultades de lectura de la etapa anterior.
En esta obra vemos a los músicos de perfil y de frente a la vez, gracias a la superposición de planos, como si de estampas se tratase. La obra traslada al espectador al mundo de la comedia del arte con tres figuras, un Arlequín, un Pierrot y un Monje que aparecen tocando un instrumento musical. En las dos versiones de esta obra el orden es diferente. Por lo que respecta a la forma, Picasso utiliza sus conocimientos del collage, ya que los dibujos coloreados de los vestidos de las figuras, forman superficies que parecen hechas con papel pegado y se suceden la una a la otra, dando al cuadro una alegre vivacidad, incluso una especie de movimiento interno. Las figuras, sobre todo sus manos, están concebidas como si fuesen naipes, en una especie de confuso simbolismo.
La única nota de realismo que aparece en la obra son las notaciones musicales en un simbólico pentagrama. La entrada en contacto con el mundo del teatro en 1917, al conocer a la bailarina Olga Joklova, le influye en la elección del tema que, ya había sido empleada (salvando todas las distancias técnicas) en su “Época Rosa”. Con el cubismo sintético que utilizó en este cuadro, volvió a una simplificación de las formas, creando esta especie de puzzle geométrico que evoca a los músicos de la Comedia del Arte italiana. Los colores no se circunscriben exactamente a los límites del dibujo, con lo que tiende a perderse la diferencia entre figuras y fondo.
En la ilustración que acompaña este comentario, la figura que se encuentra en el centro es un arlequín que toca la guitarra, flanqueado por un Pierrot que lleva un saxo y tiene un perro bajo sus pies, y un monje que tiene una partitura. En varias ocasiones el pintor identifica la figura del arlequín con la del artista, por su capacidad de transformar la realidad (ya que éste realiza trucos de magia, por ejemplo), representándose en ocasiones vestido como tal.