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La Virgen con el Niño delante de una pantalla de chimenea de Robert Campin

Publicado por A. Cerra

La Virgen con el Niño delante de una pantalla de chimenea de Robert Campin

Robert Campin, también conocido como Maestro de Flémalle, representa el salto al Renacimiento en el arte flamenco y además fue el maestro del gran Rogier van der Weyden. Así que nos ha legado un interesantísimo legado pictórico con obras cumbre como el Tríptico Merode o esta tabla que realizó hacia el año 1430 y que se titula La Virgen con el Niño delante de una pantalla de chimenea.

El arte flamenco a partir de Campin iba a vincularse por el tono naturalista de las figuras y sus entornos, e incluso los detalles costumbristas que tanto han gustado en el arte del norte de Europa durante el periodo renacentista y el posterior arte barroco. Y las bases de ello se pueden ver este cuadro.

Es un interior muy doméstico y sencillo. Tanto es así que la habitual orla dorada que tienen los personajes santos alrededor de su cabeza, aquí, en el caso de la Virgen es un objeto hecho de paja que está al fondo de la habitación.

Todo dentro de esa estancia podía estar en la habitación de una familia burguesa de cualquiera de las regiones de los Países Bajos, desde ese embaldosado en forma de damero bicolor o a los muebles de madera que sirven de asiento a la pareja protagonista. Cada elemento está representado con total verismo. Y lo mismo ocurre con el exterior que se descubre desde la ventana abierta en la parte superior izquierda.

Es la vista de un paisaje urbano a pequeño tamaño, pero que el pintor ha realizado con esmero y detenimiento, ya que si lo viéramos aumentado no solo se descubren perfectamente dibujados los detalles de la iglesia gótica o de las fachadas de las típicas casas de ladrillo. También hay varios personajes a caballo por esas calles y a lo lejos un paisaje verde y un camino que lo cruza.

En definitiva, todo en el cuadro es real, o al menos verosímil. Pero el gran valor de Campin es que entre toda esa escena cargada de cotidianeidad él añade el toque espiritual, e incluso sacro. Se identifica a la perfección el libro, el cojín sobre el mueble o la copa a la derecha, y hasta llama la atención lo bien que ha pintado como un gran manto azul claro cubre la piernas de la mujer. Pero al mismo tiempo hay algo de misterio en lo ordinario. Y ese misterio se transforma en un ambiente místico al reconocer a los dos personajes, una madre que va a amamantar a su hijo. Una pareja que resultan ser la Virgen María y el Niño Jesús. Es como algo sorprendente dentro de lo habitual.