Libro de las Revelaciones
El Libro de las Revelaciones o Liber Divinorum Operum (libro de las obras divinas) se realizó aproximadamente a comienzos del siglo XIII, y para muchos historiadores del arte, esta joya que se conserva en la Biblioteca Estatal de Lucca, en la región italiana de la Toscana, es uno de los mejores libros miniados de finales del periodo románico que han llegado a nuestros días.
El libro nos describe con ilustraciones las visiones de Hildegarda de Bingen, una mujer nacida en 1098 y que siendo una niña ingresó en un monasterio. Concretamente en el monasterio de Disibodenberg en la región alemana de Renania, un monasterio que era mixto, algo que en aquellos tiempos era mucho más habitual de lo que nos imaginamos.
Hildegarda consagró su vida monacal a ejercitar el espíritu para cual estudió numerosas disciplinas. Por ejemplo se dedicó a la escritura de textos de temáticas variadas, desde la medicina hasta la botánica, y también dedicó mucho tiempo a la composición musical. De alguna forma alcanzaría un grado cultural altísimo para la época, muy superior a la media tanto de hombres como mujeres.
Pero además de eso es conocida por sus reflexiones de carácter teológico, amparadas en las visiones que dijo tener. Con esas experiencias visionarias se hicieron dos libros. El que aquí nos ocupa y otro titulado Liber Scivias, del cual se conservaba una versión escrita e iluminada antes de que Hildegarda falleciera en 1179. Sin embargo, aquel manuscrito miniado se perdió en el año 1945.
En cambio, el de la Biblioteca Estatal de Lucca se hizo una vez muerta la protagonista, ya que está datado en los años iniciales del siglo XIII.
En él se contemplan varias de sus visiones. Y una de las más atractivas es la primera que aparece. En ella vemos la representación del amor divino, al cual se concibe como un ángel querubín con dos rostros bien distintos. Uno es el de una mujer con pintura roja. Y el otro es el de un hombre mayor, ya anciano, el cual está aplastando al demonio y a la discordia, a la vez que entre sus manos muestra el Agnus Dei.
En la parte inferior vemos a la propia Hidegarda de Bingen relatándole su visión a una monja que la transcribe a unas tablas de cera sobre su scriptorium. Además de que también se ve al confesor que traslada sus palabras a un libro.
Esta es una sola de sus visiones, pero hay otras en las que nos muestra el hombre como un microcosmos imposible sin la fuerza creadora de Dios. Un concepto muy tratado en otras obras europeas clásicas y del Medievo, desde Los diez libros de arquitectura de Vitrubio hasta el Hexamerón de San Ambrosio de Milán.