Lluvia repentina sobre el puente Ohashi en Atake de Utagawa Hiroshige
A Utagawa Hiroshige, cuyo nombre real era Ando Tokutaro, se le considera el último gran maestro de los grabadores de estampas japonesas. Un campo en el que realizo a lo largo de su vida diversas series de paisajes, tanto naturales como urbanos. Y de entre todas sus series posiblemente la más singular sea la de Cien famosas vistas de Edo, que realizó en los últimos años de su vida, y a la cual pertenece esta xilografía de 1857, cuyo título lo puede ser más descriptivo, Lluvia repentina sobre el puente Ohashi en Atake. Un estampa de la que nos han llegado varias copias de la época y que se hayan repartidas por el mundo, desde el Museo de Arte Fuji en Tokio hasta el Brooklyn Museum Art de Nueva York.
Lo cierto es que esa dispersión no es nada extraña, ya que las estampas japonesas llegaron a Occidente a finales del siglo XIX y fascinaron a los artistas del momento. De hecho, de esta misma imagen hizo una copia Van Gogh o es muy clara la influencia en algunas de las obras de ambiente nocturno que pintor James Abbot McNeill Whistler.
De alguna forma, pese a la larga distancia que separa Japón de los movimientos artísticos europeos, hay ciertos vínculos, y muchos consideran que esta estampa tiene mucho de impresionismo, al captar ese momento fugaz en el cae la lluvia sobre ese puente de una barriada de Tokio (llamado entonces Edo). Se ve a la gente corriendo, o un pescador nada deprisa para refugiarse. Es como una instantánea.
Y a ese aspecto fugaz ayuda el punto de vista elegido, desde arriba, con esa singular panorámica del río, del puente y del barrio.
En realidad esta estampa y toda la serie, que se componen por 119 estampas, surgió de un encargo de un editor tokiota. El cual le pidió a Hiroshige que retratara la ciudad tras los cambios que había sufrió en los últimos años. Primero por el enfrentamiento que había sufrido en 1853 contra buques de la armada de Estados Unidos, y después por un fuerte terremoto de 1855 que fue devastador, con miles de edificios derruidos y también miles de muertos en la tragedia.
Ese era el objetivo de este trabajo, retratar una ciudad cambiada, en la que también pugnaban las tradiciones con la modernidad. Tal vez por eso se dedicó a buscar imágenes pintrorescas, insólitas, así como no tuvo reparo en experimentar tanto con los encuadres como por sus composiciones de color. Un color en el que siempre destaca su potente azul, tan personal que incluso se ha llamado “azul Hiroshige”.
Sin duda es un trabajo de lo más interesante, y muy avanzado para su época. Y posiblemente hubiera alcanzado cotas más revolucionarias, pero el autor falleció mientras lo ejecutaba en 1858, muriendo víctima de una devastadora epidemia de cólera.