Utagawa Hiroshige (1797-1858)
Utagawa Hiroshige fue el último gran maestro del “ukiyo-e” (pintura del mundo que fluye), tan importante como Hokusai en la historia de la xilografía paisajística japonesa. Poco después de su muerte comenzó la época Meiji (1868-1912), en la que se importaron todo tipo de “bienes culturales” occidentales, como la fotografía y las técnicas de impresión, lo que supuso el final del “ukiyo-e”.
Nació en Edo, donde a los 14 años entró como aprendiz en la escuela del maestro del “ukiyo-e” Toyohiro y cuando este falleció se hizo cargo de su taller, dedicándose, al principio a las representaciones figurativas (estampas de muchachas o bijin-ga, actores y guerreros), al igual que su maestro. Pero a partir de 1830 pasó a estudiar paisajes y otros motivos de la naturaleza, cuando el gran Hokusai ya había revolucionado ese tema y lo había elevado a la categoría de género autónomo.
El inicio de su carrera como paisajista lo marca la serie “Lugares famosos de la capital oriental”, pero la fama le vendría con las “53 estaciones del Tokaido”, serie de dibujos que muestran diferentes escenas del camino que unía Edo con Kioto, que el tuvo que recorrer en 1832 en una misión oficial que realizó como funcionario, acompañando a la comitiva del Shogun, encargándose de realizar bocetos y dibujos de las diversas ceremonias que tuvieron lugar en la corte imperial de Kioto.
A continuación realizó otros viajes que le van a servir de inspiración para la creación de nuevos paisajes, entre los que destacan “Lugares famosos de Kioto” “Ocho vistas del lago Biwa”, “Lugares famosos de Naniwa”, etc.
En sus paisajes utiliza un tipo de colorido que logra reproducir el ambiente de la naturaleza a distintas horas del día y durante las estaciones del año, con sol, lluvia, viento, nieve, en la oscuridad de la noche, en el crepúsculo, bajo la luz de la luna, como por ejemplo en su obra “Tamagawa shugetsu” en la que representa una escena a orillas del Tamagawa, en una noche de otoño a la luz de la luna. La línea la maneja con maestría, mediante un preciso trazado, lo mismo que la composición, cuidadosa y refinada. En ocasiones, introduce poemas en muchas de sus obras, lo cual hace referencia a su formación literaria. Su éxito y popularidad fueron enormes, llegando a influir en el arte occidental, sobre todo en los impresionistas, que contemplaron sus obras en las exposiciones universales parisinas de mediados del siglo XIX. Se sabe que Van Gogh poseía varias estampas suyas.
La estampa que vemos aquí se llama “Nevada nocturna en Kambara” perteneciente a la serie “53 estaciones del Tokaido”. Se trata de una localidad que se encuentra en un tramo de costa bastante cálido, donde apenas hay nevadas. Los gruesos copos de nieve siguen cayendo incluso al anochecer, donde todo, montañas, casas, árboles, aparece cubierto por ella. Tres personas en primer plano que van caminando dejan sus huellas en la nieve, constituyendo las notas de color (Hiroshige solía emplear en sus obras el color azul de Prusia, un azul oscuro con un toque de verde). Este grabado presenta además otras de sus peculiaridades, como son la representación de la nieve y el lirismo de los paisajes.