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Un día de lluvia en el campamento de Homer

Publicado por A. Cerra

Un día de lluvia en el campamento de Homer

La historia y episodios de la Guerra Civil de Estados Unidos, el enfrentamiento entre los estados de Norte y el Sur, es enormemente conocidos casi por todo el mundo. Y ello se debe sobre todo a un medio artístico por el que se ha divulgado a todo el planeta: el cine. Sin embargo, antes de que se llevaran esos acontecimientos al celuloide, aquella guerra ya había inspirado a artistas de diferentes disciplinas artísticas, como la literatura o la pintura.

Uno de esos artistas fue Winslow Homer (1836 – 1910). Este pintor comenzó su carrera a mediados del siglo XIX trabajando principalmente como ilustrador en diferentes revistas, las cuales estaban experimentando un increíble auge en aquellos tiempos, sobre todo las que incluían material gráfico.

Una de las revistas con las que colaboraba era la prestigiosa Harper’s Weekly. Esta publicación fue la que le envió en el año 1861 como corresponsal al mismo frente de la guerra en el estado de Virginia. Y durante ese viaje no solo realizó todos los dibujos que le encargaron desde el semanal, sino que reunió una gran cantidad de material que iría utilizando a lo largo de los siguientes años, en los que además de dibujos e ilustraciones por encargo, también realizó distintos cuadros pintados al óleo.

Un ejemplo de ellos es este cuadro Un día de lluvia en el campamento que pintó diez años más tarde, en el 1871. Una obra que en la actualidad atesora el Metropolitan Museum de Nueva York.

En este cuadro, como en otros semejantes, Homer recurría a las notas y bocetos tomados en los campos de batalla y el frente, y con ellos componían vistas más complejas reuniendo en una misma tela, escenas vistas en diferentes lugares.

De este modo, aquí vemos un grupo de soldados en primer plano, reunidos en torno al fuego, esperando que salga el café para calentarse y recuperarse del intenso frío. Una escena de las que le gustaban a Homer, ya que en sus cuadros prefiere detenerse en los detalles más humanos, en la cotidianeidad de los soldados, más que en los momentos más dramáticos e incluso encarnizados.

Por esa razón aquí nos los muestra en silencio, como ensimismados y recordando sus hogares, donde en ese mismo instante estarían calientes y en familia, en vez de a la intemperie, congelados de frío y bajo la lluvia. Ellos y esas sensaciones son los protagonistas del cuadro, mientras que como fondo queda el campamento, casi a modo de decorado. Eso sí con fidelidad a como pudieron ser en cuanto al tipo de tiendas de campaña, su colocación o el modo como se ataban a las caballerías.